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El servicio público halla posada

Si las grandes possessions de Mallorca, antaño motor económico de la isla agrícola, tienen serias dificultades, ya no para producir, sino para la mera subsistencia, no puede resultar extraño que sus equivalentes urbanos, las posades, corran la misma suerte. Si la finca ya no tiene vida propia y Mallorca se ha convertido en una gran área metropolitana, el aposento del pueblo queda cerrado y se deteriora. Pero no pierde su función simbólica. Si antes fue expresión de la riqueza payesa y patrimonial hoy es delator, callado pero irrebatible, del gran declive.

La alternativa está en el reciclaje. Se mantienen las equivalencias y las relaciones entre possessió y posada que muchas veces imponen un cambio de propiedad. Las grandes fincas se transforman en agroturismos, vallado de titularidad y mentalidad extranjera o espacios de gestión y disfrute público. Las posadas también, hoteles urbanos, residencia de jubilados foráneos o centros culturales y administrativos.

Son Llaüt de Santa Maria es el último ejemplo. La finca ha derivado en polígono industrial de titularidad municipal y ahora, al fin, el Ayuntamiento compra la posada que tiene por vecina de la casa consistorial. Han sido dos años de negociaciones para bajar precios y al final hallar la solución lógica, probablemente irreversible, y la única práctica. La casa consistorial, con espacio agotado, podrá cobijar el archivo municipal en Can Llaüt, aparte de otros usos por determinar y con todo se ganará en accesibilidad y patrimonio colectivo. El casal frenará su deterioro y cobrará nueva vida.

Aparte de útil o inconveniente, caro o barato -900.000 euros- es signo de los tiempos. Languideció una época superada por los acontecimientos y se intenta reflotar otra. Bien estará si, con la transformación, a posada de Son Llaüt logra mantener la expresión de identidad patrimonial, no solo propia, sino de todo Santa Maria, porque se transforma, más que nunca, en bien colectivo.

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