El Dijous Bo supone un esfuerzo económico y humano importante para el Ayuntamiento de Inca y asociaciones cívicas diversas que colaboran en la organización. El objetivo de atraer a grandes masas de posibles compradores se cumplió sobradamente el jueves pasado y lo cierto es que fue un gran éxito de la organización. Pero la finalidad principal de la llamada feria de ferias, a pesar de toda la parafernalia que la rodea en cuanto a actos lúdicos y culturales, es el negocio: la promoción y la venta.

La crisis de hace unos años había pasado una dura factura y las cajas del Dijous Bo se habían resentido enormemente, a pesar de que el sector de la restauración siempre ha conseguido saldos aceptables.

La edición de la gran feria del pasado jueves ha dejado muy contentos a los vendedores de alimentación y a los restauradores, con división de opiniones a los comerciantes y con una queja bastante mayoritaria de los mercaderes artesanales.

Alimentación

Joana Marí es la propietaria del centenario Forn Nou, dedicado, evidentemente a los productos de pastelería y panes. No duda en indicar que "este Dijous Bo ha sido mejor que el precedente. Nos ha ido muy bien en cuanto a caja. El año pasado la gente preguntaba precios antes de comprar, este año se notaba una mayor alegría".

Tomeu Torrens, del celler Can Amer, sostiene que para su establecimiento fue "súper bueno. La víspera incluso más fuerte que otros muchos años". Igualmente Pedro Risco, del Restaurante Can Pedro, agrega que fue "el doble del año pasado. la gente consumió platos más caros". Un 20% más de caja se atreve a concretar que hizo Octavio González, del café Matías.

Por lo que respecta al sector comercial Llorenç Batle, que vende artículos infantiles, indica que "fue bien porque hice dos ventas grandes, pero me faltó el pequeño goteo de otros años". Maria Antònia Arrom, que también trabaja el mismo ramo que el anterior indica: "El año pasado hice 20 euros en todo el día así que este año me fue mucho mejor en comparación".

Margalida y Magdalena Palou, comerciantes de informática, indican claramente: "Este año hubo menos ventas que el anterior. No vale la pena hacer este gran esfuerzo público, abrimos para quedar bien porque no valía la pena".

Antonia Matas, comerciante de tejidos; Margalida Flores; comerciante de ropa de bebés; Victoria Martín, vendedora de complementos; Maria Surendra, herbolaria; o Guillem Amer, sastre, coinciden en que no fue una feria buena para sus cajas.

Repuntes

Por contra hay ciertos comerciantes que sí destacan un repunte. Es el caso de Rafel Cortés, de la centenaria mercería La Florida, quien sostiene que "ayer (por el jueves) se notó que hay una verdadera revitalización; hicimos más caja que el año anterior. Vino mucha gente de otros municipios". En un sentido parecido se expresan Joana Maria Mateu, joyera; Carmen Lorente y Cati Horrach, vendedoras de lencería. No obstante, es preciso indicar que quienes se muestran satisfechos son comerciantes que regentan establecimientos con productos diferenciados del gran producto de consumo. Algo que incluso apunta el propio Rafel Cortés

Quienes realmente se fueron quejosos de la feria fueron muchos de los mercaderes que expusieron su mercancía en las calles. Especialmente los artesanos que no se dedican a alimentación pues, estos últimos se manifestaban contentos. Salvador Pinya, maestro artesano charcutero destacó que se había vendido muy bien. De igual forma Se expresaba Antonia Vallespir, vendedora de setas y olivas. Sebastià Rigo, hornero artesanal indica que "si hubiera traído 60 ó 70 empanadas más las hubiera vendido. Me fue muy bien".

Otros como Gonzalo Sánchez, cestero, Pep Ramírez, librero,o Remedios Pinto, juguetera, indican que su caja se fue a la mitad.