La feria de Pollença,que se celebró este fin de semana, realmente fue muy extensa. Si algo se debe destacar de ella es que ocupó una gran parte del pueblo. Pero a la vez se antojaba dispersa, con dos núcleos focalizados: los alrededores de Sant Domingo y de la plaza, por un lado, y el puente romano por el otro.

La entrada por la carretera estaba copada por los puestos del mercadillo habitual, que paulatinamente daban paso a otros puestos más vistosos, más festivos y con mayor protagonismo del producto artesanal frente al manufacturado. Los puestos situados junto a Sant Domingo se vieron cuidados en cuanto a la estética y el producto.

Ventas

La venta es harina de otro costal -como sucede actualmente en la gran mayoría de ferias- pues alguno de los artesanos, como José Lozano (panadero) se lamentaban de que era más bien floja con la esperanza de que por la tarde "puede que se anime", decían algunos.

El puente romano aglutinaba la exposición animal, pero si el visitante no estaba informado, no la localizaba porque estaba desconectada del resto de la feria.

Junto a los animales se encontraba la maquinaria agrícola, y también otros puestos artesanales; en este caso primando la charcutería. Había unos 25 corrales, la mayoría de ganado ovino y caprino local. Y cabe destacar la anécdota de que uno de ellos tuvo mucha expectación, pues se dio la casualidad de que en él, y ante todo el mundo, dio a luz una oveja a dos preciosos corderos.

El estacionamiento fue dificultoso, especialmente a media mañana, lo cual da una idea de la gran afluencia de público que registró la cita ferial. El buen tiempo fue sin duda el causante.