Un alcalde de Calvià reclamando más ayuda de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Unas instituciones preocupándose por la proliferación de ofertas agresivas de alcohol de baja calidad y haciendo esfuerzos para impulsar un cambio de modelo turístico. Articulistas de prensa preguntándose: "¿Pero hasta adónde les vamos a dejar llegar?", y abogando por aplicar "mano dura". Medios sacando tirón de noticias sensacionalistas.

¿Una descripción del Magaluf del siglo veintiuno? Sí, pero también una descripción de lo que sucedía en el Magaluf de la década de los ochenta; la década en que empezó el fenómeno del 'hooliganismo' turístico, entendido como la llegada de jóvenes turistas británicos ávidos de veranear en un contexto de 'todo vale'.

Este viaje al pasado para contextualizar mejor el presente lo han hecho dos licenciados en Historia, Tomeu Canyelles y Gabriel Vives, que esta semana presentaban el trabajo 'Los años violentos: el origen del hooliganismo en Magaluf' en las Jornades d'Estudis Històrics Locals de Calvià. Buceando en las hemerotecas de diarios locales y revistas municipales, han intentado echar luz sobre las raíces de un fenómeno que ha marcado este destino en las últimas décadas, hasta precipitar los últimos esfuerzos de reconversión. "En los 80 el papel de Magaluf fue muy impactante. Todo lo que sale hoy ya salía. Vandalismo, alcohol, peleas entre ingleses y escoceses, un modelo de turismo que se estaba extendiendo y que el ayuntamiento intentaba combatir... En los 80, el alcohol se convierte en una parte importante de la oferta. Hay un abaratamiento de los paquetes vacacionales. Gente de barrios obreros, con poco dinero, podía venir de vacaciones a Mallorca, donde hacía sol, era barato y había una estructura 'britanizada'. Magaluf estaba hecho a imagen y semejanza del turista británico", explican Canyelles y Vives, que recuerdan que ya entonces había un debate público sobre el problema en ciernes. "Se podían leer opiniones, reportajes, que hablaban de la necesidad de transformar el modelo turístico. Y hablaban de cómo fomentar un modelo basado en el turismo de borrachera tenía inconvenientes importantes", señala los autores del estudio. "Hay que actuar ya, antes de que sea tarde", escribía Pere Verd en la revista 'Entre Tots' a finales de los ochenta. "Pero, ojo, hay que actuar contra estos gamberros, pero también contra los que les incitan a emborracharse a bajo precio para que puedan beber más y que luego se encogen de hombros diciendo que ellos son comerciantes, no hermanitas de la caridad", argumentaba. La cultura de ocio basada en agresivas ofertas de alcohol se gesta en estos años, apuntan Canyelles y Vives, citando testimonios como el de un empresario inglés de la zona, Kevin Paul Woodrow, que llegó a escribir un libro sobre sus vivencias ( 'A summer in Magaluf'). "En el libro cuenta cómo algunas noches los bares perdían dinero poniendo pintas por debajo del precio de coste sólo para llenar el local y que no fuesen al de la competencia", señalan los investigadores. Ya en aquel entonces, los desmanes de los turistas indignaban a la opinión pública. En 1988, Javier Coromina explicaba en DIARIO de MALLORCA una de las últimas 'ocurrencias' de los gamberros: "La inocente forma de entretenerse de los angelitos foráneos consiste en colocar una papelera-cenicero llena de papeles en un ascensor, prender fuego a los papeles y desde la última planta, donde previamente se coloca otro de los graciosos jugadores, llamar al ascensor. Una vez el ascensor arriba, el segundo participante se mea en la papelera y la manda para abajo en el otro ascensor. (...) Espero que tan simpáticos y ocurrentes guiris exporten estos juegos a sus países para practicarlos en los ascensores de sus casas".

Algunos medios de comunicación ya vieron por aquellos años el tirón que tenía echar mano de un enfoque sensacionalista. "A veces, la noticia iba encaminada a tirar leña al fuego, a crear más polémica. Así, se podían leer titulares como 'Estar en Magaluf es como estar en Vietnam'. Otros recogían testimonios como el de una mujer que aseguraba que le habían ingresado tres semanas en un sanatorio porque tras unas vacaciones en Magaluf no podía dormir por las noches. Se transmitía la idea de que esto sólo pasaba en Magaluf cuando había otros destinos con problemas parecidos", relatan.

Contra la vigencia del 'hooliganismo' se han rebelado en los últimos años instituciones y sector turístico, aunque, habituados a la perspectiva histórica, Canyelles y Vives señalan que habrá que dejar pasar unos años para analizar si este esfuerzo logra que los 'hooligans' pasen definitivamente a ser historia en este destino.