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Lletra menuda

Un deterioro endémico

El mal viene de lejos. Lleva décadas arrastrándose. El ayuntamiento de Calvià se declara entregado al imprescindible cambio del modelo turístico del municipio. Para bien se entiende, porque a peor es imposible.

Dicho así parece que se está actuando sobre una necesidad sobrevenida o reciente. Nada de eso. El trabajo de dos historiadores, que hoy queda reflejado en estas páginas, documenta lo que, quien más quien menos, ha intuido o comprobado en experiencia personal: el turismo de borrachera en Magaluf hace tiempo que está consolidado y que ha creado dependencia, deterioro, mala imagen, pan para hoy y hambre para mañana, aparte, por supuesto, de los problemas de convivencia.

Con todo ello también debemos certificar la conclusión de que se ha perdido un tiempo precioso en la búsqueda y aplicación de soluciones y se han generado unos costes irreversibles, no solo en términos económicos. No ha sido por falta de debate y difusión del problema y sí debido a la carencia de sentido práctico y eficacia.

Los hooligans en Magaluf son una patente creada y alimentada ya en la década de los años ochenta, cuando el turismo familiar declinó en industria de la noche y todo se britanizó de forma deliberada. Magaluf se consolidó a imagen y semejanza de un turismo británico barato estructurado a partir de un bajo poder adquisitivo, mera diversión y nulos escrúpulos ante el alcohol.

Los efectos de todo ello eran predecibles. Pero solo se tenía en cuenta el negocio inmediato. Tan inmediato como los problemas que invadieron al consistorio de Paco Obrador. Incremento policial, amarillismo en los tabloides británicos y llamadas de atención en la prensa local. Insisto en que hablamos de la década de los ochenta. No de hoy. Pero seguimos igual.

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