Parecía imposible atravesar el verano sin los chiringuitos de Es Trenc y el resto de playas vírgenes de la costa campanera. Para muchos de los asiduos al lugar era como perder los primeros auxilios o el referente básico del pretexto para acudir a la playa. Un poco el mundo al revés, también para el ayuntamiento de Campos que ha mirado antes la caja que la conveniencia y ha abandonado la basura sobre una decisión que no le ha gustado.
Ha llegado el otoño y el drama de los chiringuitos imprescindibles de es Trenc, lejos de manifestarse con claridad, se ha desvanecido. Dado que ha sido posible sobrevivir a un largo y pesado verano sin ellos, empiezan a ser cuestionados y a provocar división de opiniones. Los habituales de es Trenc se dan cuenta de que también es posible disfrutar del entorno sin la bebida en la barra ni la música. Entonces se descubre el paisaje y las delicadezas naturales de un sitio único. La solución será intermedia.
