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Sóller

Los vitrales de Sant Bartomeu vuelven a brillar

La espectacular fachada de la iglesia está siendo restaurada un siglo después de su construcción

Grietas en la estructura de uno de los vitrales. J. Mora

Desde tiempos inmemoriales levantar la vista pasando por plaza de la Constitución de Sóller lleva aparejado mirar la fachada de Sant Bartomeu. Es un acto reflejo que a diario repiten miles de personas, pero ahora una gran tela blanca cubre parte del símbolo más importante que tiene Sóller.

El cubrimiento de las partes más sensibles de la fachada modernista responde al proyecto que se encuentra en plena ejecución con el que Sant Bartomeu recuperará todo su esplendor. La obra consiste en reparar los daños que han sufrido los vitrales y el rosetón de la parroquia con el paso de los años. Las piezas de vidrio y piedra arenisca que conforman la estructura central de la fachada constituyen uno de los elementos más importantes de Sant Bartomeu.

El arciprestazgo de Sóller, con la colaboración del Obispado, invierte más de 120.000 euros en un proyecto que quiere poner fin a la degradación de los elementos más débiles. Al frente de la restauración están el arquitecto Joan Soler, la restauradora María Carbonell y el arquitecto técnico Bartolomé Bennássar, que procurarán curar las heridas que el tiempo ha causado al principal monumento. Dos equipos que trabajan paralelamente en la reparación de los elementos de piedra y los vitrales.

Los trabajos de restauración siguen según el calendario previsto, a pesar de que las labores de recuperación de los vidrios requerirán más tiempo debido a la lógica complejidad del trabajo . En cambio, las labores de recuperación de la mampostería se encuentran en su recta final. El arquitecto Joan Soler explica que los trabajos tienen como finalidad reconstruir las piezas rotas. "Hemos querido que fuera una restauración que no se note".

Las piezas de piedra arenisca que conforman el rosetón eran las que estaban peor . Incluso más de lo previsto. Sólo cuando se instalaron los andamios los técnicos pudieron constatar el alcance de la degradación que ha sufrido durante décadas la piedra y los vitrales.

Para la reconstrucción los operarios han tenido que poner a prueba su habilidad. Se han usado diferentes morteros para coser las piezas resquebrajadas. Los grietas más grandes han tenido que rehacerse utilizando materiales específicos, como la fibra de vidrio que aseguran la durabilidad. Soler recuerda que el trabajo "más complicado" se ha localizado en el centro del rosetón, donde la piedra arenisca estaba repleto de grietas. Las grietas tienen décadas, desde hace años estaban bajo control y se ha constatado que no se han agrandado.

Tras la complicada reconstrucción de todas las partes rotas, los trabajos se han limitado a limpiar de piedra "partiendo de la idea de que no se note la intervención, porque en ningún caso queremos que parezca que se ha hecho todo de nuevo", señala Soler. Por eso se optó por una intervención "poco agresiva" con la proyección de aire comprimido con ´granalla´ vegetal. Este material a presión ha retirado la suciedad de la piedra, aunque el arquitecto asegura que "se han dejado algunas capas para evitar que parezca una obra nueva".

Los cristales

Si restaurar las partes de arenisca ha sido la etapa más sencilla del proyecto, recuperar los vitrales es la más laboriosa por la debilidad del material. Las piezas de vidrio que forman estos elementos decorativos se han desmontado pieza a pieza. Para tratarlos con la delicadeza que necesitan se ha habilitado un taller en la propia parroquia donde los restauradores trabajan los cristales que conforman los rompecabezas de los mosaicos.

Algunos cristales que se habían roto se han vuelto a unir, otras piezas se han colocado sobre nuevos cristales transparentes para minimizar al máximo la intervención. El conjunto se limpia con profundidad para que recupere su esplendor.

Desmontar los mosaicos también obliga a rehacer las líneas de plomo que unen los cristales que dan forma a los vitrales. Todo para reconstruir a imagen y semejanza de las originales las piezas que se crearon en el taller Hijo de Eudalgo Amigó a principios del siglo XX en Barcelona. Soler insiste en que "el reto es que no se note la diferencia". El reto será colocarlos en su sitio definitivo tras concluir la restauración.

Los desperfectos de los vitrales se deben, en buena parte, al movimiento que ha hecho la fachada a lo largo de cien años. El movimiento natural de la estructura ha ocasionado que el rosetón haya dejado de tener la forma cien por cien redonda que tenía inicialmente. De ahí se explica que algunos cristales se rompieran y otros acabaran abombados- Recolocar los cristales en su emplazamiento será una de las tareas más difíciles que deberán afrontar los restauradores para completar el proyecto.

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