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Entrevista

Biel Fiol 'Truita': "La fiesta del Vermar se basa en la tradición, pero tiene mucha invención"

"Queríamos revolucionar el pueblo y creo que lo hemos logrado", señala uno de los impulsores de la celebración

"Llorenç Moyá hizo el primer marketing del vino", apunta Fiol. b. noguera

-¿Cómo surgió ese primer 'Vermar' hace 53 años?

-Fue una fiesta sencilla en Can Gelabert, pero fue un dia fantástico. Todo surgió del club Atlant, que era un colectivo parroquial, pero formado por un grupo de jóvenes que junto a Llorenç Moyá queríamos revolucionar el pueblo, y, visto ahora, creo que lo hemos conseguido. Ese año, 1965, se invitó a las autoridades, se sirvió coca y vino, se regaló una botella a todos los presentes y poco más.

-"El vino une lo humano con la naturaleza", dijo usted en un pregón de la fiesta hace años.

-Bueno, la verdad es que si algo importante tuvieron aquellos inicios de la Vermada fue que, sobre todo gracias a Moyá, se construyó un relato alrededor del mundo del vino y el pueblo. O sea que pusimos un poco de 'literatura' para darle sentido a la fiesta. Está claro que Binissalem había sido tierra de vino, pero en 1965 prácticamente no quedaba nada. El único que compraba uva era Pep 'Perico' y pagaba el año siguiente.

-¿O sea que la Vermada ha logrado recuperar en este medio siglo el orgullo 'binissalemer' por su tierra y su vino?

-En parte sí, la fiesta y la forma como el pueblo se la ha hecho suya y la ha mejorado ha servido para recuperar la personalidad de Binissalem y el orgullo de pueblo. Ya digo que hace 53 años el mundo del vino era un recuerdo, y allí es cuando aparece una fiesta con unas raíces en el pasado y con elementos como su comida, sus canciones, su indumentaria tradicional, su Mare de Déu de Robines? Yo siempre digo que Llorenç Moyá hizo el primer marketing del vino. Y a la hora de entender cómo ha resurgido el mundo de las bodegas en Binissalem también hay que reconocer que han ayudado mucho las subvenciones europeas para el cultivo de viña, claro, y otro elemento importante fue la denominación de origen en Binissalem. Y eso que estuvo a punto de crearse en Santa Maria porque su alcalde ofrecía un local y el nuestro no daba nada.

-¿La respuesta del pueblo en ese primer año fue de sorpresa o recibió una buena acogida?

-Fue de incredulidad, pero también hay que tener en cuenta que ya digo que elaboramos un relato en base a la tradición, pero con mucho de invención. Por ejemplo, la idea de vestirse de payés fue una epopeya, nadie tenía esa ropa, y de 'cassots' ya ni hablemos. Por eso necesitábamos mucho marketing y mucha publicidad para darnos a conocer, y por eso íbamos a Palma a a invitar al gobernador o al capitán general o a los periódicos. Incluso un año las vermadoras fueron hijas de personalidades de la isla.

-Uno de los históricos de la fiesta, Pere Fullana, decía que el secreto del Vermar era concentrar en dos días lo que antiguamente se hacía en veinte.

-Hombre, Pere Fullana es para mí el motor de la fiesta, siempre lo he dicho. Cuando los jóvenes del club Atlant dejamos la fiesta en manos del Ayuntamiento él era concejal, y trabajamos conjuntamente muchos años para sacar adelante el Vermar. Es verdad lo que decía Pere, pero eso era antes, ahora la fiesta vuelve a durar casi 20 días porque hay muchos actos.

-Entender el Vermar como una fiesta de jóvenes que crean un relato y conectan con el pueblo nos sitúa en un escenario parecido a las llamadas ahora 'neofestes', como la de Sineu

-Exacto, me recuerda mucho el movimiento de las neofiestas y a mí lo del Much de Sineu me parece un auténtico prodigio. La única diferencia es que nosotros en los orígenes no buscábamos la juerga, nuestra base era lograr la estimación del pueblo influidos por el componente literario de Llorenç Moyá y con un ingrediente más tradicional. El elemento festivo del Vermar lo ha ido añadiendo el propio pueblo, y el mejor ejemplo es el trabajo magnífico de los 'Joves des trui'. Hay que reconocer que los jóvenes han superado nuestro relato inicial.

-De los actos que se han incorporado a la fiesta con los años, ¿a cuál pondría más reparos?

-Reparos no, pero debe ser cosa de la edad o de mi generación, pero la guerra con uvas no me hace gracia. Pero, por otra parte, como profesor de instituto que fui tengo claro que lo que quieren los jóvenes es precisamente esto, y nosotros tenemos que entenderlo. Otras cosas que se han incorporado creo que siguen una corrección total, como la comida de 'trepijadors', dónde se incide en cumplir con la indumentaria tradicional. Y los jóvenes, muchas veces sin darse cuenta van incorporando detalles a la fiesta que pueden acabar siendo tradiciones muy bonitas. Por ejemplo, ahora tiran las zapatillas sucias y las cuelgan en el cableado de las calles, y queda una imagen muy interesante. Ahora se trata de buscar algo de 'literatura' al tema y tenemos otro elemento festivo. Bastaría con ligar el lanzamiento de 'espardenyes' con un primer beso o con un primer amor de vermada y ya está.

-Y la Vermada también tiene una personalidad propia gracias a la comida o la música.

-En cuanto a la música, cuando se impulsó la fiesta ya contábamos con la suerte que el Tall de Vermadors había seguido activo conservando las canciones típicas de la vendimia. Está claro que ahora no se cantan esas canciones en el campo, pero ese es otro tema, porque para mí es difícil de comprender que un pueblo tenga tanta gente en el paro y casi nadie quiera trabajar en las viñas.

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