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Lletra menuda

Cuando se tambalean los cimientos del respeto

El temor a actos de tinte xenófobo contra el alcalde, nacionalista y negro, de Alaró se ha plasmado en hechos de forma muy rápida. Difícil de acotar como accidente aislado o individual, el suceso confirma que en esta sociedad se mantiene vigente la mala práctica de tirar la piedra y esconder la mano. También el fariseísmo y la falta de respeto contra las condiciones o características del otro. El intento de afrenta -degrada al autor o autores y no al destinatario- es todavía más grave al ir dirigido a un cargo público electodirigido a un cargo público electo con lo que, a la par, se vulnera la consideración a la persona, a la institución municipal y a Alaró como colectivo humano, plural y democrático. Se ha resquebrajado la madurez que debía garantizar el respeto esencial.

Guillem Balboa se encontró con un cordero muerto y con evidentes signos de maltrato en el patio de su casa al regresar de vacaciones, tras las fiestas de Alaró. No nos prestaremos a despachar tal salvajada con el tópico de broma de mal gusto porque cuando se han sobrepasado los límites y media el anonimato no hay diversión ni creatividad posible.

¿Nadie se había percatado del hedor de la descomposición del animal? ¿Nadie había visto nada? Nos han dado argumentos para sospechar de un silencio cómplice y para pensar con cierta preocupación que, más allá del peligro de salud derivado de la canallada del maltrato animal, aquí se desprende un tufillo de inmadurez democrática y una problemática social que, de no solventarse, puede acabar erosionando demasiadas cosas. El problema no es el alcalde de color, la cuestión es que alguien pretende teñir de intimidación, xenofobia o fascismo lo que sin paliativos es signo de voluntad cívica y responsabilidad de gobierno.

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