La costa mallorquina cuenta con un buen número de estructuras militares construidas durante y en los años posteriores a la Guerra Civil. Por lo común se les conoce como nidos de ametralladoras, aunque técnicamente se trata de búnkeres cuya función era la salvaguarda de las costas de una hipotética invasión. Recordemos que al margen de la Guerra Civil española eran tiempos convulsos para toda Europa, envuelta en los prolegómenos de lo que acabaría siendo la II Guerra Mundial.

La bahía de Alcúdia está plagada de estas construcciones y, en particular, el municipio de Santa Margalida aún conserva varios de ellos, en muy mal estado, todo hay que decirlo. Junto a la desembocadura de los torrentes de na Borges y de Son Real se observan dos de ellos, en Son Bauló hay otro y junto al puerto de can Picafort se encuentra otro casi colgado en el vacío.

Este último ha sido socavado de forma extraordinaria por el mar. De hecho el agua ha formado una olla bajo la estructura que la hace muy atractiva para que niños y adolescentes la usen como trampolín para lanzarse.

Joan Monjo, alcalde de Santa Margalida, está muy preocupado por este uso que le han dado los jóvenes. "Cualquier día se vendrá abajo y tendremos una desgracia", apunta.

El problema es que la normativa es ambigua y no se sabe muy bien quién debe encargarse de este elemento. Como explica el técnico local en patrimonio, Antoni Mas, "existe una disposición del Plan Territorial que indica que los ayuntamientos deben incluir en sus catálogos los elementos de arquitectura militar; por otra parte, existe una disposición de Costas que indica que deben encargarse de los declarados bien de interés cultural los organismos que los protegieron". La disyuntiva está en si es el Ayuntamiento o el Consell el que debe velar por ellos o, en este caso, decidir si se derriba ante la casi imposibilidad de recuperarlo.