En esta isla de contrastes resulta muy complicado, muchas veces imposible, hallar el punto medio de la equidad, la garantía de salud pública y servicios esenciales.
Santanyí, columpiado en su esplendor turístico y la solvencia de la economía municipal, se manifiesta en cambio incapaz de dotar de saneamiento a determinados núcleos urbanos y tolera agua de riego en el grifo del consumo y la necesidad doméstica.
Resulta difícil calificar, y mucho más admitir, cuanto ocurre en es Llombards. La nota remitida a los vecinos, por parte de quien les cobra el agua, es una provocación antes que una alerta o una información. La falta de potabilidad, un problema estancado sobre una gestión turbia desde hace dos décadas y que no logra disuadir, ni legalizar, la sanción administrativa ni una obligación municipal que se relaja ,vaya usted a saber porqué. En ningún caso se halla una justificación cristalina.