La adopción de medidas de seguridad ante un eventual atentado terrorista en Inca adquiere una dimensión y significado especial porque, como se recordará, la ciudad ha sido el lugar de Mallorca más directamente amenazado por una acción de este tipo. La Audiencia Nacional ha imputado a un residente la intención de agredir a transeúntes de Inca.
Después del atentado de Barcelona toda prevención parece poca. Los ciudadanos agradecen iniciativas como la instalación de jardineras y bolardos que veten el paso a vehículos en zonas peatonales y las autoridades se sienten en la obligación de actuar, aún sabiendo, como también se ha recordado estos días, que la seguridad absoluta no existe mientras pueda merodear una acción criminal en una mente perversa.
Pero esto no puede llevar a bajar la guardia. Se trata de prevenir atentados, disuadir su ejecución y generar tranquilidad en la población porque la vida debe seguir y la gente tiene derecho a la normalidad y a la tranquilidad. Bienvenidos sean los bolardos, las jardineras y los camiones a modo de barrera en el Dijous de Inca. Son, cuando menos, un envite al respeto, a la pluralidad y a la vida. Porque todo el mundo debe ser respetado.
