Los vados permanentes no están de moda. Son piezas vintage de otro siglo, que pese a quedar muy propias en una fachada junto a la puerta del garaje, ni asustan ni tienen el poder de antaño. Antes, hace unas décadas, los listillos más avispados del pueblo (los que no querían pagar por un vado, vamos) se las apañaban para conseguir, en una ferretería amiga, una de esas estampitas metálicas de colorines sin número municipal ni nombre alguno. Una burda imitación que, sin embargo, conseguía algo de susto ambiental (no fuera que te rayaran el coche). Desde hace unos años, el cambio ha tirado a lo (más) cutre y ahora son simples letreros de 'No aparcar, por favor' o amenazas de grúa por salida de vehículos, plastificados e instando a la buena voluntad del conductor benigno.
La tercera vía la encontramos, por ejemplo, en la calle Fàbrica de Manacor. Un ejemplo entre el arte urbano, la amenaza y la complicidad amable. Igual de ilegal, por supuesto.
