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Fiestas pendientes de estructurar

Fiestas pendientes de estructurar M. Borrás

La reconversión abrupta de muchas fiestas tradicionales de Mallorca en convocatoria masiva de signo cuando menos comarcal y tono pagano antes que laico, es signo claro de que la colectividad sigue viva y del vuelco social que se ha producido en la isla durante los últimos años. Estos grandes eventos de nuevo cuño gozan de la simpatía general. Está mal visto cuestionarlos, pero ello no puede ser óbice para que se pongan en entredicho algunos de sus usos, modales y signos.

Cuentan las crónicas y atestiguan las imágenes que el Much de Sineu ha sido un éxito, un prodigio de creatividad. Lástima que en este proceso no haya cuidado mejor el respeto a los signos, semejanzas y patrimonio religioso. Una fiesta civil a tono con la pluralidad actual no tiene porque infravalorar o menospreciar la creencia de otros. Y tiene que imponer mejor control sobre la barra de bar y el botellón masivo. El turismo de borrachera no es el único exceso por domesticar. Aparte de los touroperadores para quienes van a la playa, no estaría de más exigir la complicidad municipal para los que se asientan en la fiesta de pueblo.

Lo dicho es aplicable al Much de Sineu, pero también a Ses Clovelles de Petra y tantas otras fiestas brutes de batalla frutal. Las celebraciones veraniegas modernas de Mallorca necesitan ser domesticadas y estructuradas a conciencia.

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