La reconversión del deteriorado y todavía a la baja, modelo turístico de Calvià no puede basarse en una sola línea de actuación o en una serie de normativas que persigan el decoro en la vestimenta y aboguen por un consumo responsable del alcohol, sea de garrafa o marca.
Con ser imprescindibles, estas medidas deben ir acompañadas y reforzadas por otras que transformen la costa calvianera en algo más amable, accesible y moderno. Que invite directamente a su buen uso y disfrute, vamos.
Resulta un tanto incomprensible que en un sitio tan determinante como el litoral de Santa Ponça haya imperado hasta ahora tanto deterioro y desorden. Maleza y hormigón sin sentido ni uso han sido los dueños de un lugar en el que las plantas ajardinadas, la brisa marina y el espacio amable deben ser un envite al paseo, al sosiego, a la vida cívica y a la convivencia entre residentes y turistas. Perduran demasiados contrastes en Santa Ponça.
Parece que al fin ha llegado el momento definitivo de afrontar la adecuación de su paseo litoral. Es un avance. En muchos sentidos que arrancan de una misma raíz: un lugar cuidado y con buenas infraestructuras propicia la utilización adecuada de las cosas, siempre que no lleguen los vándalos de siempre que, por desgracia, recalan sin rubor y con abundancia en la costa calvianera. Pero son más fáciles de identificar entre el orden que entre el abandono.
En todo caso, la habilitación del nuevo paseo litoral de Santa Ponça es una nueva contribución apreciable para la reconversión hacia la calidad del modelo turístico de la zona, esa tarea que, según sus responsables políticos, ya no admite marcha atrás pero que día a día comprueba cóomo tropieza con más obstáculos de los deseados y previsibles. Es una tarea a medio o largo plazo.
