Pula cuenta con un acreditado historial de infracciones de distinto orden. Se ha alimentado en buena parte de la polémica y la permisividad. Sigue fiel a sus principios de controversia y desapego a lo colectivo y a los derechos de la privacidad colindante.
Pula lleva años estancando aguas fecales que dañan el medio ambiente y la salud pública. La propiedad lo sabe y lo reconoce, al igual que el ayuntamiento de Son Servera. Son pestilencias que la sobreocupación turística, nada exigente y poco respetuosa, puede permitirse. Llama la atención que el Ayuntamiento diga que en su día encargó un estudio para certificar que las cosas son como se perciben a centenares de metros de distancia. ¿Acaso no tienen olfato los políticos? Es muy probable que los placeres y comodidades del poder les desactiven las propiedades pituitarias de todo mortal. De lo contrario su gestión sería menos fétida.