Cuando flaquean la justicia y la igualdad surge como atenuante la solidaridad. Tiene múltiples vías, incluidas algunas de signo institucional. En los últimos tiempos, años ya, la cooperación internacional se está canalizando a través de un organismo creado para tal finalidad, el Fons Mallorquí de Solidaritat. Se nutre en buena parte de las aportaciones de organismos insulares y locales para poder financiar y supervisar abundantes proyectos concretos.
El objetivo permanece fijado en un bajo 0,7% de aportación sobre el presupuesto de cada institución adscrita al Fons pero que, sin embargo, está muy lejos de lograrse porque las restricciones de las arcas municipales y la crisis general han causado profunda mella en este ámbito que, a fin de cuentas, no se considera prioritario. Admitámoslo, no es solo cuestión de disponibilidad presupuestaria, es también efecto de la convicción y la sensibilidad de quienes personifican las instituciones.
Del tope de 2,7 millones alcanzado por el Fons en 2005 se bajó a 1,6 en 2011 con el estallido de la crisis. Desde entonces se está remontando, pero todavía se permanece muy lejos de recuperar los mejores niveles históricos conocidos y mucho menos los deseables y comprometidos por la mayoría de ayuntamientos.
Resulta que a la hora de la verdad en Mallorca solo hay un consistorio, el de Puigpunyent, que aporta el 0,7% de su presupuesto. Buena parte de ellos ni siquiera llegan a entregar el 0,1%.
Hay que puntualizar sin embargo, como atenuante de este panorama, que no toda la solidaridad institucional mallorquina se canaliza a través del Fons. Muchos ayuntamientos optan por vías más próximas, las de las entidades sin ánimo de lucro de su respectivo municipio que dinamizan los propios vecinos del lugar.