La publicidad puede deslumbrar con colores llamativos o imágenes de impacto. Llama la atención del cliente potencial por las siempre excepcionales prestaciones del producto que pretende vender. A veces despierta el interés del espectador por una música especial, por una coreografía cuidada hasta el último detalle o por el protagonismo de actores o famosos de tres al cuarto.
El anuncio de Coca-Cola con Pep de Son Bats logró en 2008 emocionar a millones de televidentes. No había música especial, ni colores deslumbrantes ni un personaje famoso. Enterneció la imagen de un hombre de 101 años que toma un avión y se desplaza hasta un hospital para dar la bienvenida al mundo a un recién nacido. No fue el argumento lo que tocó nuestra fibra sensible, sino que ese hombre centenario transmitía verdad. No leía un guión. Expresaba lo que era y sentía. Y así conquistó nuestros corazones.