La interconexión eléctrica del sistema ferroviario de Mallorca no llega con la puntualidad necesaria. Se retrasa en demasía sobre la necesidad y la conveniencia de un transporte público adecuado a la demanda. Antes que un éxito, el inicio de las obras de electrificación del Enllaç con Manacor y después con Sa Pobla, es el reconocimiento de una tardanza desmesurada, un chispazo entre diesel y gasoil que produce un cortocircuito de contaminación, demora de tiempos y frecuencias y transbordos que dejan atónito al pasajero.
Es la misma disfunción que ocasiona atascos en las carreteras y abona la proliferación exagerada de coches de alquiler porque en la isla sobresaturada todo permanece interconectado por falta de fluidez.
La Mallorca del constante goteo de aviones, el alquiler turístico en expansión y los hoteles robotizados podrá tener, al fin, un tren eléctrico que también podrán usar los residentes estables. Gana trayecto en ahorro de combustible, comodidad, horarios, incremento de seguridad y menor emisión de CO2.
Como ven, no es que faltaran motivos para electrificar el casi simbólico tren de Mallorca. Resulta que las autoridades de turno no han sabido cargar pilas de forma adecuada ni han dispuesto hasta ahora de los vatios necesarios para hacerlo.
