Es como si fuera un Palacio de Congresos de Palma en pequeño. Salvando la proporción y la distancia, la recuperación del Teatre Principal de Inca pasa, entre bastidores, por los mismos desencuentros y lapsus que se han vivido durante la larga génesis del complejo palmesano. Abandono de las obras, demandas económicas, cruce de acusaciones y repetición del concurso de adjudicación. Nada nuevo, solo un aburrido vodevil que, a fuera de reincidencia, saca a escena la ineficacia en la gestión, la falta de coordinación, primero entre las instituciones y después de éstas con las empresas. Una praxis errática que incrementa costes y sirve de ganchos para avispados oportunistas y, dentro de la misma confusión, inutiliza presupuestos y proyectos.
Dado que la escena se repite entre justificados bostezos del respetable cansado de esperar el resultado de unos ensayos improductivos, los distintos actores de estas representaciones intermitentes deberían aprovechar, cuando menos, para adquirir mejores tablas y ganar en solvencia ejecutiva y rentabilidad económica. Ya sabemos que es pedir mucho cuando anda la Administración de por medio y debe entenderse con alianzas empresariales formalizadas bajo una finalidad concreta, pero resulta imprescindible que lo visto en el Palacio de Congresos de Palma y ahora en el Teatre Principal de Inca, haga replantear las cosas en cuanto a la ejecución y financiación de las obras públicas. Debe ser así porque su finalidad no es dar cabida a la escenificación y costes de los desencuentros, sino dotar de infraestructuras necesarias para que el ciudadano pueda disponer, en este caso, de servicios culturales de calidad.
