La escena se vuelve a repetir. No tendría mayor trascendencia si fuera mera reincidencia en la rutina por parte de quienes carecen de creatividad o solvencia para gestionarla.
La débil identidad colectiva de Manacor tiene su mejor y más triste expresión en la provisionalidad y en la improvisación urbanística en espacios de creciente presión residencial. Este es el déficit que deben arrastrar los habitantes de la ciudad, sin que se sepa muy bien porqué. Probablemente por exceso de alianza entre política y negocio o lo que viene a ser lo mismo, afluencia descarada de especulación.
El Ayuntamiento tiene conflictos por expropiación en prácticamente todo el perímetro de la ciudad, incluidos los aledaños del complejo Rafel Nadal proyectado como buque insignia de una realidad en la que Manacor apenas se reconoce. El Jurado Provincial de Expropiación se ha tenido que emplear a fondo por los comportamientos de unos consistorios incapaces de plasmar criterio, definición, previsión y proyección en un Plan General. El actual se ha declarado esta misma semana impotente para realizarlo y lo ha encargado a una empresa externa. Eso, después de que la coalición de gobierno vigente se agarrara a una moción de censura alegando que su predecesor no había trazado el Plan en tiempo récord.
El hecho es que toca pagar otra vez con el dinero de todos y del que no se dispone. El Ayuntamiento debe abonar 3,6 millones a las propietarias de una zona verde en la calle Hortènsia, en Son Fangos. En principio reclamaban 7,1, por lo cual desde la Sala venden como gran éxito la rebaja lograda. Lo hace a modo de cortina para amagar el verdadero trasfondo de la cuestión, el de las moratorias y zonas verdes en lugares lindantes con fora vila, siempre a la espera de un Plan General que nunca llega. Es un problema reincidente que se viene reproduciendo desde la década de los 80. Las arcas municipales no dan abasto al parcheo.
