La oposición del consistorio de Campos a la retirada estable de los bares de es Trenc debe ser interpretada en su sentido más amplio. Al ayuntamiento de Sagreras se le desmonta el chiringuito de forma integra, de ahí el indulto y, como mal menor, la tregua que implora a Costas.
Habrá menos recaudación para las arcas municipales y también menor expansión del negocio particular aunque ello, vistas las condiciones del lugar, no tiene por qué traducirse en inferior rentabilidad.
Al Ayuntamiento se le mueven los cimientos de un chiringuito que él entendía como gestión exclusiva maleable a conveniencia y sin interferencias. Para la casa consistorial de Campos el problema -para otros será la solución- está en que la imposición de los tribunales implica un cambio de concepto sustancial y libera a la playa de grandes chiringuitos. Se invierten los términos garantizando chiringuitos de temporada para la playa, sus bañistas y adoradores del dios sol o, lo que es lo mismo, se rompe la sumisión de la arena y el agua cristalina a expendedores casi industriales de refrescos, bocatas y alcohol.
El medio natural de es Trenc pierde parásitos pero no presión humana de mochila y nevera portátil. Es una corrección parcial, una cierta vuelta a los orígenes para que la playa insignia de Mallorca no pierda su condición de referente y lo sea también para hacer ver que ya está bien de excesos y que cada cosa debe estar en su lugar con la moderación como mejor medida de arbitraje y equilibrio. Una cosa son chiringuitos de abastecimiento y refresco y otra negocios oportunistas en expansión a la búsqueda y captura de la cartera del veraneante de toda condición.
