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Lletra menuda: El reparto de la tarta del cicloturismo, por Llorenç Riera

Los empresarios de los establecimientos de restauración en los que acostumbran a parar y reponer fuerzas los ciclistas de media Europa que estos días pedalean por las carreteras de la isla, dicen que se interesan por la gastronomía local, pero que su vez no pueden prescindir de otros alimentos adecuados para la actividad deportiva que desarrollan. De entre ellos, destaca la tarta. Buen referente, porque también sirve de perfecto ejemplo de cómo se administra, codea, endulza y edulcora el apetitoso negocio del cicloturismo, ahora mismo, en Mallorca.

Quien lo ha probado ha entendido rápido que es un sector rentable, con acreditado poder adquisitivo y que no crea problemas particulares en los establecimientos. Por eso todo el mundo se procura una porción de la tarta.

Es el caso de los bares de muchos pueblos, los comercios presentes al paso de los ciclistas y hasta han surgidos talleres y tiendas deportivas que ya hacen su agosto de marzo a mayo. En algunos lugares de la Serra de Tramuntana se admite que los ingresos de estos meses pueden llegar a suponer el 80% de la recaudación anual. Seguro que en otros sitios del Pla se puede decir prácticamente lo mismo. El cicloturista un tanto derrochador y exhibicionista, sabedor de la apetencia que crea, es ahora el objetivo, el niño bonito, el cliente mimado. Los de siempre, los del largo invierno de consumición escueta pero permanente, quedan relegados. Incluso pueden llegar a estorbar.

Los turistas de maillot y pedales presentan también otras vertientes, fruto de su masificación, que habrá que aprender a administrar de forma adecuada para evitar problemas mayores. Su convivencia con el tráfico de las carreteras se vuelve complicada y a veces dramática -la muerte de Bryan Stout, el martes, en Port d'Alcúdia, sin ir más lejos- y el rastro de sus desperdicios y de sus necesidades fisiológicas queda patente en demasiados rincones de calles no tan discretas. Acaparan espacios públicos. Los conductores deben tomar conciencia de la presencia de ciclistas pero éstos también deben entender que no están exentos de las reglas ni las señales de tráfico, ni siquiera en los pueblos solitarios y tranquilos y que su buena capacidad de gasto no es una bula para todo. Es otra tarta, menos apetitosa y dulce, que igualmente se debe repartir entre todos.

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