La gestión política de un municipio tan singular como Escorca se desvela encaminada en una dirección preferente durante las últimas décadas. No es otra que la de las ambiciones urbanísticas en un marco natural inigualable y escasamente habitado. El Ayuntamiento intenta colar y mantener como urbano todo lo que puede, aunque normas superiores descalifiquen tal protección. Ha ocurrido con la demanda de ayudas del Consell. Tres de las cuatro expedientes presentados, con subvenciones ya otorgadas, inician el retroceso porque en realidad afectan a áreas rústicas o carecen de la declaración de interés general. Ayuntamiento y Consell, han jugado al gato y al ratón. Resulta peligroso entre instituciones que, a fin de cuentas, responden a la misma razón de ser, la de servir a los ciudadanos y manejan en dinero de todos. Parece que el organismo insular acaba ahora poniendo las cosas en su sitio. La falta de lealtad se suple con inspección y jerarquía. Son los efectos del camuflaje administrativo interesado.
