La necrópolis de Son Real, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del Mediterráneo, se ha convertido en un área recreativa abierta al público. Decenas de personas ocupaban el pasado domingo todo el recinto funerario talayótico, comiendo en el interior de las tumbas. Incluso había niños que jugaban a ser Indiana Jones que golpeaban las piedras milenarias con otras piedras que encontraban en el suelo.
Y es que una cosa es acercar el patrimonio al público y otra es darle vía libre para que lo convierta en patrimonio personal. No es culpa de la gente, ya que nada impide el acceso a cada uno de los los rincones del yacimiento. De hecho, no hay ni un simple cartel instando a los visitantes a no pisar las tumbas. Hace tiempo que los arqueólogos exigen medidas para frenar el rápido deterioro de la necrópolis. ¿Qué ha hecho la administración? Ya conocen la respuesta.
