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Embarazos y trabajos duros

La maternidad o las lunas de miel estaban condicionadas por los calendarios del campo y la época de exportación

Todas coinciden en que días antes de dar a luz aún estaban trabajando y en sus relatos se entreoye una disculpa por haber descansado cuatro u ocho días después de nacer su bebé. También eso les pasa al relatar su luna de miel, que en todas las entrevistadas se encuentra condicionada a la época de exportación o siembra o recolección de algún vegetal.

El ritmo intenso de la naturaleza era su guía y no se podía dejar de lado, a pesar de las circunstancias. Era el precio por trabajar de sol a sol y "con el tiempo". Nada les impedía seguir con su labor principal, y si lo hacían demuestran que lo vivían sin un gran disfrute, según explican. Lo importante era sacar adelante los frutos de sus tierras. Aún ahora transmiten esa actitud ante la vida. Hay que seguir.

Compra de un motor

Los trabajados más duros no eran siempre para los hombres, a veces también eran para ellas o solo para ellas. Cuenta Salvadora Cañellas: "recuerdo un día regando que mi padre me dijo que si hacíamos una buena cosecha de alubias compraríamos un motor. Qué alivio, pensé y así fue".

"Cuando vino el motor el técnico lo montó y empezó a dar explicaciones a mi padre y mientras en principio lo escuchábamos, yo más que nada por la novedad, quise seguir con mis cosas y mi padre se dirigió a él y le dijo: el motor lo va a manejar ella, es a ella a quien tienes que dar las explicaciones. Me quedé escuchando, lo aprendí y lo manejé yo. Así fue".

Salvadora Cañellas recuerda también a su madre, Antonia Cardell, que era la encargada de llevar el molino de la finca. "Pobrecita, tenía que subir allí. Ella lo hacía, en una finca con molino. Antes había muchos molinos rodando. Así era sa Pobla. Mucho trabajo y mucho sudor".

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