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Lletra menuda: El político se lava las manos con la consulta, por Llorenç Riera

La última moda instaurada por las corporaciones municipales se llama consulta popular. Suena bonito y abona la imagen de una casa consistorial atenta a la inquietud ciudadana y abierta a la participación colectiva. El ayuntamiento de Palma es el líder de la primera regional de esta materia a la que ahora se están sumando gobiernos y oposiciones de otros municipios.

Ha llegado el turno de Santanyí. Alternativa presentará una moción por la que se insta la convocatoria de una consulta popular relativa a la peatonalización, total o parcial, de dos puntos neurálgicos de Cala d´Or, la avenida Tagomago y la calle Boulevard d´Or. La decisión que se pueda adoptar tiene su calado vista la configuración del lugar. El mismo promotor de la consulta la califica "de especial relevancia" y seguramente por esta causa toma distancia y se cura en salud advirtiendo de que el resultado que pueda producirse no será, en principio, vinculante. Digamos que es un modo amable y participativo de tirar la piedra y esconder la mano. También una forma de declinar responsabilidades propias de los gestores públicos.

Las consultas populares de este tipo constituyen un arma de doble filo. Son siempre de resultado imprevisible y en algunos casos contraproducente. No se puede abusar de ellas. Lo lógico es pensar que solo deben realizarse de forma excepcional, para temas de gran calado o frente a cuestiones imprevistas o sobrevenidas. De lo contrario, quedan desvirtuadas y relegan la gestión municipal a mero trámite administrativo. Para eso, están las gestorías. Se supone que Alternativa se presentó a las elecciones con un programa concreto en el que figuran reflejadas sus propias propuestas sobre la peatonalización de Cala d´Or, que están suficientemente fundamentadas. Por tanto, su trabajo es promoverlas ante el gobierno municipal del PP para que las lleve adelante. La equidistancia es mala consejera en política. Paraliza el sentido práctico y anula la capacidad resolutiva ya de por si escasa en la gestión pública. Además, acaba descontentado a todos cuando persigue la satisfacción general.

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