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Tras el temporal

Cala Rajada, un puerto castigado por los temporales

Además del episodio del pasado fin de semana, con el impacto de una roca en el dique, hubo otras pérdidas en el pasado

El boquete sufrido por el dique por el impacto de una roca de la escollera causó destrozos y perjuicios.

"La fuerza de este temporal parece deberse a una conjunción entre llevant y gregal, puesto que si se hubiese tratado, solamente, de una llevantada los desperfectos hubiesen sido mayores", asegura el antiguo patrón de la Confraria de Pescadors de Cala Rajada, Pedro Fuster.

Y es que episodios como el vivido este pasado fin de semana se han sucedido en este puerto desde muchos años atrás. Sería prolijo enumerarlos, aunque el incidente del sábado ha hecho recordar alguno de los acontecimientos que pasaron a la historia y que, sin duda, convierten al moll de pescadors en uno de los más castigados por las inclemencias del tiempo y los temporales.

En 1971, un golpe de mar debido a los fuertes vientos de tramontana, arrastró en una enorme y embravecida ola a ocho trabajadores de los veinte que estaban construyendo el espigón. Cinco de ellos fueron rescatados gracias a los cables lanzados por sus propios compañeros. Pese a los esfuerzos realizados, los tres hombres restantes quedaron a merced del fuerte oleaje durante unos veinte minutos. Un grupo de socorristas especializados y fuerzas civiles consiguieron sacar a dos de ellos, uno de los cuáles expiró en el mismo centro médico al que fue trasladado. El tercero tuvo un final trágico en las mismas agitadas aguas en las que cayó. Su cadáver fue rescatado tres horas más tarde con evidentes señales de haber chocado su cuerpo contra los rompientes de las defensas del puerto.

Anualmente, los fuertes temporales de esta época han hecho acto de presencia en la costa de Capdepera y su puerto castigado una y otra vez. Desde trombas marinas hasta tormentas de auténtico pánico han venido jalonando el quehacer de la marinería local. No han sido pocas las vigilias de estos "lobos de mar" por mor del mal tiempo, controlando las embarcaciones, su medio de subsistencia. Como ha sucedido estas últimas horas con el inclemente viento racheado que empujaba sus barcas contra los muros de contención del muelle.

El temporal de 1973

En 1973, el tremendo estruendo que el mar embravecido al chocar con el dique del largo y alto muro, fruto de una de las tempestades que mejor recuerdan los habitantes de Cala Rajada, propició que el temor popular solicitara a Demarcación de Costas el reforzamiento y prolongación del mismo. Los más viejos del lugar aún recuerdan como las grandes olas llegaron hasta la pequeña ensenada de sa Preduscada dejándola impracticable e impidiendo la circulación rodada por la avenida de los Pinos cercana al lugar, al mismo tiempo que en la intermedia playa de Son Moll varó una marsopa gigante (especie de gran cachalote) que había perecido entre el intenso vaivén de las enfurecidas aguas.

En el transcurso del tiempo pocas o casi inexistentes han sido las intervenciones de las distintas administraciones responsables. Hace pocos meses la confianza de los hombres de mar y del vecindario hacia quiénes gobiernan se afianzó ante las promesas de efectuar un estudio de toda la problemática existente en el puerto de Cala Rajada con la disposición de afrontarlo de una vez por todas.

¿Cuántas veces los pescadores han denunciado la aparición de grietas en el muro del rompeolas, temiendo que el embate de los temporales pudiera romper el espigón? Ya en 2001 algunos miembros de la Junta Directiva del Pósito de Pescadores apercibían sobre el muro de protección del muelle pesquero que continúa con esas brechas, debido a la desaparición del pequeño arenal y las rocas existentes justo en el rompiente de las olas, que en días de temporal asemejaba tal cual un estanque rebotando el agua por encima del muro, pudiéndose contemplar como las enormes crestas chocaban entre sí con fuerza y caían sobre la explanada, con el consiguiente peligro para las embarcaciones allí amarradas, algo que se palió en parte pero no en su totalidad.

Y continúa el peligro -como ha sucedido hace unos días- de que puedan abrirse las grietas, ya que los enormes bloques que allí se ubicaron no son suficientes al no llegar hasta la misma punta del muelle.

Precariedad

El sector primario de la localidad vive, casi siempre, en precario. A pesar del incierto futuro de los pescadores de Cala Rajada, que sufren constantemente competencias adversas, amainadas por la creación de la reserva marina de Llevant, en el municipio hay una esperanza reflejada en una generación de jóvenes y experimentados pescadores que, conocedores de la realidad, están dispuestos a garantizar la pervivencia de la pesca profesional en este litoral. Y en estos momentos, parece ser, solamente les falta la atención de la autoridad competente en la consecución de un remozamiento, casi general, del enclave portuario en evitación de nuevos peligros.

Anteayer, el Govern anunció que el proyecto de emergencia, por los daños causados por el temporal y la falta de un correcto mantenimiento en las últimas cuatro décadas, supondrá unos 300.000 euros. Mientras que el prometido proyecto global de mejora de la zona portuaria, 7,6 millones. Usuarios, pescadores y vecinos reclaman agilidad y que el plan tenga el máximo consenso.

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