Es cierto que la política produce extraños compañeros de viaje y cambios de opinión repentinos, o tal vez solo disimulados, para lograr el objetivo de turno, que en el caso de la política municipal se presenta en forma de silla en el equipo de gobierno local, o lo que es lo mismo, un cargo (bien) remunerado durante cuatro años.
En los últimos tiempos se han visto ejemplos de ello en el ayuntamiento de Santa Margalida, hoy feudo del todopoderoso Joan Monjo, que en la pasada legislatura eligió pactar con la izquierda y en esta, todo lo contrario. Y eso que sus actuales socios del PP 'vilero' no se andaban con chiquitas durante la pasada campaña electoral, en la que llegaron a acusar públicamente al líder de Convergència-El Pi de presuntas compras de votos e incluso intentaron controlar todos sus movimientos.
Antes de las elecciones, Monjo y el PP eran enemigos acérrimos. 'Pinocho', 'chulo' o 'indocumentado', como se encargó de resaltar la portavoz socialista Bea Gamundí en el pleno de investidura de hace una semana, eran algunos de los calificativos que se dedicaban mutuamente el actual alcalde y su antecesor en el cargo y actual socio político, Martí Torres (PP).
El documento gráfico que incluye imágenes irrefutables sobre las malas relaciones entre PP y Convergència-El Pi antes de su acuerdo de gobierno puede visionarse en el portal de Facebook de Suma pel Canvi. Desde que el vídeo fue colgado, ya se ha visto en más de 4.400 ocasiones, por lo que puede hablarse de documento viral. El vídeo pertenece al debate electoral que se llevó a cabo en Son Bauló durante la campaña de 2015.
En el pleno del pasado miércoles, las dos regidoras del PP 'vilero' votaron a favor de Joan Monjo como nuevo alcalde de Santa Margalida. Escuchaban con resignación mientras el veterano político casi juraba amor eterno al PP y aseguraba a la izquierda local que, si de él depende, no volverá a tocar poder.
No es el único caso de amnesia repentina. Suma ha denunciado también que el PP ha retirado de las redes sociales un vídeo que promocionó durante la campaña en el que instaba al electorado a no dejar que "nadie ponga precio a tu libertad", en una clara referencia a la presunta compra de votos.
