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Sa Pobla

195 años de silencio sepulcral en sa Pobla

El actual cementerio de la localidad que sustituyó al antiguo 'fossar' acogió el primer enterramiento el 10 de mayo de 1821

Estos días los cementerios ven perturbada su paz y silencio por las masivas visitas que reciben sus moradores, los difuntos. Días propicios para que cada uno fije la mirada en el camposanto donde reposan sus seres más queridos y sienta curiosidad por adentrarse en la historia que alberga el lugar. En el caso de sa Pobla, han existido tres espacios distintos destinados a la sepultura de los difuntos.

Como era costumbre, el cementerio se situaba en la iglesia o en espacios anexos, integrantes del templo, denominados fossar . El de sa pobla se conoce ahora como es Sagrat y está ubicado en el ángulo norte del solar parroquial, una zona vallada y ajardinada, cobijada bajo un majestuoso pino que da sombra al recinto, sus plantas y esculturas, una de ellas hace unos años decapitada víctima de actos vandálicos.

En cumplimiento a la ley que prohibió los enterramientos en las iglesias, el ayuntamiento de sa Pobla de 1813, presidido por el alcalde Llorenç Socies, inició las gestiones para levantar un cementerio fuera del casco urbano, pensando ubicarlo en una finca de una cuarterada de extensión, denominada Sa Garriga Tancada. Mientras se llevaban a cabo los trámites, se habilitó como cementerio provisional una parcela de 770 metros cuadrados en el paraje conocido como Monticalvari, situado en un descampado del final de la calle Major, un espacio que hoy podemos situar entre las calles Lladoner y Lluna. Allí permanecería situado el cementerio por espacio de ocho años, hasta que las gestiones para edificarlo en su actual ubicación obtuvieran un resultado definitivo.

Primer difunto

En 1821 fueron adjudicadas las obras al albañil Bernardo Vallespir Pons, por la cantidad global de 149 libras y 19 sueldos (sous). El primer difunto enterrado en el nuevo cementerio fue una mujer de la familia de ca s'Escanyat, llamada Antonia Crespí.

A principios del siglo XIX, el cementerio ocupaba el actual emplazamiento, pero su superficie y disposición eran muy distintas. Los nichos estaban situados paralelamente a la carretera.

Por una serie de artículos publicados en la revista local Vialfás se sabe que el Cementiri Nou, como se llamaba popularmente al actual camposanto, se levantó en unos terrenos colindantes con el margen derecho de la carretera de Pollença, saliendo de sa Pobla. La acusada insuficiencia del primitivo recinto aconsejó al Ayuntamiento la compra de unos terrenos colindantes, propiedad de doña Dolores Mas Roig, quien el día 9 de enero de 1877 otorgaba escritura de venta en unas condiciones un tanto curiosas, ya que, según la escritura notarial, cedía una tercera parte del valor a la obreria de Sant Antoni.

Diez años más tarde, la corporación municipal, en prueba de agradecimiento, acordaba "ceder a perpetuidad la propiedad de cualquiera de las nueve tumbas construidas en el cementerio". Además, los responsables municipales acordaron, también, la construcción de una capilla con la imagen de la Virgen de los Dolores que financió la propia donante. La capilla quedaría terminada en mayo de 1888.

La imagen de la Virgen de los Dolores que se venera en la capilla del cementerio es una copia exacta, ya que así lo exigió, de la que se venera en la iglesia de la Cartoixa de Valldemossa, en cuyo municipio la mencionada señora era poseedora de distintas fincas.

Una vez adquiridos los terrenos, surgieron ciertas dificultades de financiación que retrasaron el comienzo de las obras de ampliación y reforma del recinto, pues los fondos para llevar a cabo la ejecución de las mismas debían proceder de la liberación de una lámina de propios, cuyo valor era de 66.957'93 pesetas, y los trámites para llevar a efecto dicha liberación resultaron largos y dificultosos.

Contratiempos

Así las cosas, "hasta el mes de diciembre de 1885 y siendo alcalde don Juan Serra Caimari 'Doctor Ramón', no se convocó la subasta para la terminación de 34 sepulturas, por el tipo de 2.536'38 pesetas".

El 6 de septiembre del mismo año, con don Juan Bennássar Vicens al frente de la alcaldía, se aprobó el pliego de condiciones para llevar a cabo la subasta de las obras de construcción de otras 37 sepulturas, perpendiculares a la fachada principal y a lo largo del lado sur del cementerio. Para la ejecución de las obras fue designado el maestro albañil Gaspar Reynés Coll.

La fatalidad quiso que el mismo día de Todos los Santos de aquel año se derrumbaran 16 metros de pared cercana a dicho lado sur, como consecuencia de las obras que se estaban realizando y, al parecer, por negligencia del constructor. El suceso levantó las más duras censuras del Consistorio.

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