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El recuerdo de los ancestrales sistemas de regadío de 'sa marjal'

La noria fue uno de los elementos decisivos en el desarrollo agrícola de sa Pobla, sustituyendo a sistemas tan particulares como los 'buidadors' o el riego 'amb llaunes' - La llegada de los molinos de viento a principios del siglo XX acabó con todos

Imagen de la ´sínia´ construida en una de las rotondas de la vía de ronda de sa Pobla. Joan Payeras

Si en su día comentábamos en estas mismas páginas que "aquel ejército de molinos de viento, pobladores de los marjales de sa Pobla, que tanto impresionó a Miguel de Unamuno, fue cayendo vencido y derrotado a los pies de los escuadrones de las nuevas tecnologías; volviendo la vista varias décadas atrás, muy bien podemos aseverar que aquellos molinos fueron los que con su llegada aniquilaron las ancestrales norias, ses sínies, que se extendían, en considerable número, a lo largo y ancho de nuestra geografía rural isleña.

Y por su parte, las norias fueron sustituyendo a otros sistemas de regadío tan primitivos como sacar, manualmente, el agua con latas o, en tiempos anteriores, esparcirla desde la acequia, sobre la tierra con los buidadors.

La riqueza agrícola de las fértiles marjals pobleres no viene dada por las condiciones naturales de sus terrenos, sino por la mano del hombre, gracias a la tenaz y titánica labor de los campesinos vertida en el cuidado y abonado de sus tierras, convirtiendo en altamente productivo lo que, en el siglo XVI era sólo un páramo árido y estéril. Basta decir en este aspecto que en el año 1600, el historiador Binimelis, en su "Historia de Mallorca" escribe que sa Pobla es "la villa más pobre de aguas de cuantas hay en la isla, pues en todo su término apenas encontramos diez pozos".

Nivel

Los terrenos de cultivo comenzaron a levantarse con el parcelamiento de las tierras, dándoles un nivel más alto que el de las aguas de las acequias que las circundaban. Los primeros cultivos de regadío se proveían de las aguas de las acequias, procedentes de los ullals (surtidores de agua subterránea), donde los campesinos se metían semidesnudos sacando agua por medio de cántaros o cubos, y más tarde buidadors para esparcirla, a voleo, sobre el sembrado.

Un sistema de riego posterior fue el de sacar agua con latas, un ingenio, también manual y sacrificado que consistía en instalar un trípode, construido con tres largos palos que descansaban, dos en un margen de la acequia o pozo de escasa profundidad y el tercero en el otro margen. El trípode sostenía en su vértice una polea por la que pasaba una soga que sostenía, en cada uno de sus extremos, dos grandes latas de zinc.

Trípode

Un tablón de madera, cruzaba el pozo o la acequia junto al trípode, sobre el cual se colocaba el campesino. Éste sumergía una de las latas en el agua para subirla y vaciarla en un cajón de madera en forma de embudo en posición inclinada. Desembocaba en los surcos del terreno que se quería regar.

El proceso era duro y se precisaba de una buena musculatura en ambas extremidades para aguantar durante horas de pie sobre la tabla; subir las pesadas latas llenas de agua y verterla sobre la tierra. Ayudaban al payés en su duro trabajo, bien la mujer o un niño, que cuidaban de distribuir el agua que sacaba el hombre.

Si se daba el caso de que fueran varios los campesinos que regaran sus fincas con agua de la misma acequia, provocaba un notable descenso del nivel del líquido hasta agotarse. Entonces tenían que interrumpir su trabajo esperando a que el agua procedente de los ullals llenara de nuevo la acequia.

Para evitar este inconveniente, había payeses que optaban por regar durante la noche.

Cabe decir que estos primitivos sistemas de regadío se aplicaban al cultivo del cáñamo y el lino en terrenos próximos a s'Albufera; dos cultivos que en 1981, Pere d'Alcántara Penya, cita en su "Guía de las Baleares", como entre los más importantes de sa Pobla; importancia que viene refrendada por el hecho de que el año 1784, sa Pobla produjera 1.000 quintales de lino y 2.500 de cáñamo, que junto con el algodón constituían las tres fibras textiles vegetales.

El año 1866 fue decisivo para el desarrollo agrícola e industrial de sa Pobla, con la llegada de los ingleses, encabezados por J.F. La Trobe Batemann para emprender la titánica obra de desecación de s'Albufera y la canalización de sus aguas; obras que dieron paso a nuevos sistemas de regadío menos sacrificados para el hombre, como la noria y, en consecuencia se procedió a la implantación de nuevos cultivos

Centrándonos en la noria, ésta se define como una construcción de origen árabe que utiliza la fuerza animal para extraer agua de pozos de poca profundidad. La palabra sínia, proviene del árabe sanija, o pozo donde la rueda saca agua para regar. Sería a mediados del siglo XIX cuando empezó a consolidarse su presencia en las explotaciones agrarias.

Según apunta el archiduque Luís Salvador en su Die Balearem, sa Pobla era el término donde había más norias. El año 1872 contabilizó 1.400 de las 3.489 existentes en la isla, repartidas así por partidos judiciales: 336 en Palma, 938 en Manacor, y 2.215 en Inca, de las cuales, 1.400 estaban en sa Pobla, hasta las primeras décadas del siglo XX, pues la construcción masiva de molinos de viento fue arrinconándolas.

Las noria ha sido uno de los artilugios más importantes ideados para la agricultura, que durante muchos años contribuyó eficazmente al desarrollo agrícola e industrial en el mundo entero.

Restos

De aquellas múltiples norias, esparcidas por nuestra geografía rural, hoy solo quedan algunos restos abandonados. Algunas pocas han sido restauradas y se han hecho reproducciones a tamaño real y en miniatura, a modo de monumento, como un reconocimiento que perpetúa su memoria.

Concretamente en sa Pobla, una de estas reproducciones, se levanta sobre la rotonda que une la carretera de Muro con la vía de circunvalación. La sínia de la rotonda fue inaugurada junto a la misma y el tramo Este de la ronda, el día 20 de julio de 2006, festividad de la patrona de la localidad Santa Margalida.

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