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Vilafranca, esos bares de toda la vida

Además de buenas hortalizas y melones, de tejares y 'dimonis', el pueblo siempre se ha caracterizado por su cantidad de bares y cafeterías. Ahora una exposición con más de 200 fotografías repasa 60 años de sus historias

Día de celebración en el conocido bar de Can Gurrió.

Si alguna vez ha pasado usted con su coche por la carretera de Palma a Manacor, antes de que ésta fuera desdoblada, lo sabrá. Si ha parado por curiosidad en algunas de las paradas coloristas de frutas y verduras de la Ma-15, es muy probable que también lo haya intuido. Si ha estado alguna vez en Vilafranca, en definitiva, no puede más que haberlos bebido. Son los bares locales, postales de un pueblo de Pla que han ido creando un álbum de recuerdos que ahora rememora la propia vida e historia contemporánea del lugar.

Bars, cafès i casinos de Vilafranca. Una mirada cap enrera, 1920-1980, recoge hasta el próximo día 31, en el antiguo (como no) bar de cas Senyoret, más de 200 fotografías antiguas de la evolución de estos locales sociales, de bebida, conversaciones y hasta navajas de barbero que han significado desde la república, la posguerra y hasta la explosión turística mallorquina.

La exposición, organizada por Sa Revolta, ha conllevado una intensa labor de búsqueda, escaneo, ampliación y retoque de instantáneas, algunas conocidas y muchas que ya dormían en algún cajón vecinal. Todas para formar un mosaico que a muchos les evocan 60 años de recuerdos de juventud, de tardes y noches sin sueño.

Can Paloni era el bar republicano, donde se celebraban antes de la guerra civil, numerosas actividades culturales y balls d'aferrat. La Parada El Molino (Can Cama) acercaba autobuses llenos de turistas hasta el pueblo para que consumieran y disfrutaran del espectáculo. Después se trasladaría una kilómetros más allá, en plena carretera y sería renombrado como Los Melones.

La familia del propio Amador Barceló, presidente de Sa Revolta, es de bar. Can Barceló, Cas Senyoret o el Bar Anit, son distintos nombre para el mismo lugar. Es curioso como en seis décadas siempre se ha mantenido una media aproximada de cafeterías y bares abiertos, la misma de ahora: catorce. Uno por cada 200 habitantes... ya ninguno de los actuales parece irle mal. Cas Pujol, Can Baleto (los más antiguos aún sirviendo), Can Ros, es Cruce (que empezó como una herrería), Can Gurrió o Can Jordi, donde era habitual que Mateu Morlà cortara barbas y pelos a los consumidores antes de ir a trabajar.

La exposición está abierta cada día de 19 a 21 horas (excepto el sábado de la Beata), con venta de objetos de Sa Revolta incluida.

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