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Entrevista

Maria Teresa Gómez: "La mujer puede hacer lo que sea, disparar un cañón o coser un botón"

"Estuve en Kosovo durante cuatro meses, dejando a mi hijo pequeño con mis padres"

Maria Teresa ante su puesto de artículos artesanales. Pep Córcoles

Maria Teresa es una mujer muy orgullosa de su condición y de haber superado retos importantes. Por ser madre renunció al ejército pero lejos de amilanarse se ha reinventado ha aprendido un oficio artesanal y cada día compite por ofrecer el mejor trabajo posible.

-¿Por qué eligió el ejército como actividad profesional?

-Yo siempre había trabajado en el sector turístico. Fui dependienta en diferentes tiendas de temporada en Alcúdia y Pollença. Conocí a una muchacha que estaba en el ejército del aire y me gustó lo que hacía. Me informé y seguí los pasos para entrar en el ejército de tierra.

-¿Qué pasos fueron?

-Pruebas psíquicas, físicas y demostrar ciertos conocimientos, entonces era suficiente con haber cursado la Educación General Básica

-¿Por qué quiso ser artillera?

-En Balears se podía elegir infantería o artillería y yo pensé que ser artillera era un reto importante. Manejar cañones no es algo en lo que se vea a demasiadas mujeres. Me atrajo más y me decidí. Primero me mandaron a Cádiz para formarme y luego me destinaron al Ramix 91, en Palma.

-¿Cuánto tiempo estuvo en el ejército?

-Seis años

-¿Siempre en Palma?

-No, estuve cuatro meses en Kosovo con las fuerzas de intervención de la OTAN

-Entonces usted es veterana en combate...

-No. No llegamos a entrar en combate. Mi labor en Kosovo fue la de operadora de mantenimiento de vehículos y escolta de mandos. Aún así no fue fácil estar allí porque hasta por una boda pegan tiros al aire.

-¿Cómo es estar en una zona en conflicto?

-Para una madre es terrible. Yo tenía un hijo pequeño que tuve que dejar aquí con mis padres. Imagino que para un padre debe ser igual, pero para mi fueron los cuatro meses más largos de mi vida.

-¿Y cómo una artillera acaba de costurera?

-Pues porque eliminaron el Ramix 91 y tenían que destinarme a otro lugar. Si me quedaba aquí significaba tener más maniobras, más guardias. Yo tenía un hijo pequeño y otro en camino. Fue una decisión muy dura pero lo dejé para ser madre. Comencé a coser porque tenía que hacer algo. Mis padres siempre habían trabajado en el ramo de la confección en cuero, yo conocí el patchwork por una revista y gracias a lo que me enseñaron mis padres empece con ello.

-Reconozcamé que es un cambio radical

-Sí pero las mujeres somos capaces de todo, de disparar un cañón o coser un botón.

-¿Qué es el patchwork?

-Proviene de la cultura amish. Se trata de hacer cosas útiles uniendo pequeños pedazos de tela. Es una forma de reciclaje. Yo hago cojines, baberos, faldas, cosas para bebés...

-¿Por qué casi todo lo que hace es para niños?

-Por qué ningún bebé es igual y la ropa industrial es toda igual. Yo hago cositas que pueden adaptarse a cada niño o niña. Las madres lo agradecen y les gusta vestir a su bebé con algo exclusivo. Con ello no es que se saque mucho, pero alternándolo con la organización de talleres, enseñando a otras mamás, voy haciendo.

-¿Nunca ha trabajado para nadie desde entonces?

-No. Aprendí sola y sola he sacado adelante mi proyecto. Bueno, con el apoyo de mi familia, claro está.

-¿Y qué hace para comercializar los productos que elabora?

-Acudo a mercadillos y ferias. Allí no sólo vendo, los doy a conocer, recojo pedidos. Lo bonito del trabajo artesanal es que creas artículos únicos adaptados a la necesidad de cliente.

-¿A qué mercado acude?

-Los viernes expongo en el mercadillo artesanal de Inca; los miércoles en Sineu y voy a diferentes ferias.

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