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Son Mut Nou

Los higos prohibidos de Fukushima están en Llucmajor

Antes de que un 'tsunami' afectara la central nuclear japonesa y con ella a las higueras locales, Montserrat Pons salvó a varias en su finca de Son Mut Nou

Eran las 14,46 horas del 11 de marzo de 2011 cuando todo empezó en la costa noroeste de Japón. Un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter hizo temblar el mar. El terremoto derivó en tsunami y el tsunami en olas de hasta 40 metros de altura. Un desastre para el que la central nuclear de Fukushima no estaba preparada. La historia de lo que pasó después es más o menos conocida, aunque sus consecuencias, como suele ocurrir en estos casos, también deriven en otras ramas curiosas. Como es normal, las medidas de precaución contra la radioactividad obligaron a la evacuación de la población en un radio de más de 40 kilómetros, y como en Hiroshima o Chernobyl, a la prohibición del consumo de cualquier producto del campo.

Por entonces las higueras de Fukushima eran unas de las más apreciadas del país, donde el árbol sigue siendo, como en casi toda Asia, un elemento exótico. Sus higos eran sabrosos y contaban con múltiples usos... y eso también lo sabía alguien a más de 10.500 kilómetros de distancia.

Montserrat Pons, un farmacéutico de Llucmajor y propietario del mayor campo de higueras distintas del mundo, se había hecho con un par de ejemplares un tiempo atrás. Sembrados en el campo de experimentación de Son Mut Nou, no tardaron en dar frutos que siguen utilizándose hoy, en Mallorca, el refugio para unos higos adoptados que siguen estando prohibidos en Japón.

A 40 kilómetros de Llucmajor, en Manacor, Nofre Brunet, otro experto conocedor del cultivo de las higueras, prepara, varios viernes al año, cenas tradicionales japonesas como parte de la oferta del restaurante El Palau. Entre sus especialidades está un helado a partir de té macha (uno de los emblemas de Japón) con una deliciosa base de higo nipón de Fukushima, "la gente se asusta un poco hasta que les explicamos dónde están sembrados realmente los árboles".

El mayor reducto mundial

Pero el campo de experimentación de Son Mut Nou es mucho más. En él, ideado para la recuperación y conservación de higueras autóctonas de todo el mundo en riesgo de desaparición, echan raíces 1.284 variedades distintas de todo el planeta, en lo que constituye el mayor reducto mundial.

La higuera, originaria de la antigua Mesopotamia del siglo XII a.C y cuyo camino prosiguió hacia Israel, Egipto y todo el norte de África, alcanzó después las islas griegas y hacia el este mediterráneo a Italia, Francia y España. En las islas encontró "el mayor banco de germoplasma del mundo", señala Pons, es decir "que de tantas invasiones y conquistas, llegamos a tener cada vez más variedades diferentes, de los fenicios a los romanos, de los árabes a los catalanes, cada pueblo introdujo su riqueza en frutales, y eso, a día de hoy, hace que en las islas se conserven 255 higueras distintas, 164 de ellas en Mallorca; "un 8% de las cuales se han extinguido y ya solamente existen aquí, en Son Mut Nou". De ahí la gran importancia de este campo para la historia y cultura autóctona.

Incluso se conservan varias 'hijas' de la última higuera de Cabrera. En 1950, un pescador de Campos desembarcó en la isla en busca de cobijo y algo con lo que apagar su hambre. Encontró una extraña higuera arbustiva "y pese a que no sabía leer ni escribir, supo perfectamente que era un fruto distinto a cualquier otro que hubiera probado. Actualmente ya no existe ese árbol en Cabrera".

Pero, volviendo a Mallorca...¿Cuáles son los higos más característicos? Pues todo depende que la maduración y recolección, situada en el calendario entre los meses de junio y octubre, cuando las temperaturas más aprietan. Entre las primerenques (de junio) las más conocidas y sabrosas son la aubacó y la rotja; de las agostenques destacan las bordissots, tanto blancas como negras; entre las tardanes (de septiembre) la martinenca y la coll de dama blanca y negra son las más consumidas y finalmente, entre las hivernenques la de la senyora y la hivernenca propiamente dicha.

"Estas serían las que podríamos denominar 'de mesa', pero también están las de bestiar y las de sequer. Entre las que se reservan para los cerdos, ovejas y animales de campo, destacan sobre todo las alicantines", añade Pons, quien entre sus cuatro libros editados cuenta con la 'biblia' de todas las publicaciones al respecto: Les figueres a les Illes Balears, un detalladísimo estudio histórico, tipológico y fotográfico de 2009 todavía no superado.

Montserrat alza la vista y sonríe: "creo que las he probado todas... no el mismo día, claro". Está orgulloso de lo que ha conseguido desde 1995, cuando sembró un campo de 18 hectáreas por amor al campo y frenar la 'desertización' del cultivo: en 1860 en Mallorca habían 22.000 hectáreas sembradas de higueras; actualmente solo quedan 800 "y en higuerales aislados unos de otros".

La higuera más antigua conservada en Son Mut Nou es una martinenca de 1849 que todavía sigue dando fruto. Las más nuevas o únicas se guardan a buen recaudo, en un plantel separado del resto. Quizás la más curiosa sea la ficus coronata, una variedad australiana comúnmente conocida por sus aborígenes como sandpaper o papel de lija, debido a que la textura de sus hojas era ideal para pulir madera.

Entre las emblemáticas, Pons se enorgullece de conservar "todas aquellas autóctonas en donde Jesucristo pasó su vida: Belén, Samaría, Monte Tabor, Getsemaní y el Monte Calvario. O las nombradas en sus obras por los más reconocidos poetas españoles, desde García Lorca a Rosalía de Castro, pasando por Miguel Hernández o Maria Antònia Salvà. También la del Beat Ramon, una higuera tradicional de Manacor prácticamente desaparecido y que fue sembrada hace unas semanas en Randa, como parte de las conmemoraciones del Any Llull.

Son Mut Nou sufraga sus aproximadamente 800 euros de gastos mensuales a base de donaciones por entrar (cada martes y jueves se organizan visitas siempre que haya un mínimo de inscripciones) y del dinero que da su pequeña tienda con productos elaborados con higos. En ella se venden desde confituras a aceite, desde licor hasta vinagre, un peculiar vino de 18 grados, libros o camisetas. "Aunque quien quiera acercarse a recoger higos en verano es bienvenido", dice Joana, quien se encarga de la intendencia de la finca varios días a la semana, "coge los que quiera del árbol que desee, los pesamos y los cobramos a precio de mercado", lo que oscila entre los 2,80 y los 8 o 9 euros dependiendo de son primerizos o la oferta ya es suficiente. "Un día, un señor inglés incluso se quedó llorando de emoción", recuerda, "me confesó que era la primera vez que cogía un fruto de un árbol".

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