"Por cada tres toneladas de trigo comercial se recolecta aproximadamente una de trigo de xeixa, por ejemplo. Ese es el rendimiento y el porqué se ha llegado a esta situación", explica Guillem Llull Sacos, mientras otea su siembra de Son Ramon Vell, a escasos kilómetros de Manacor. Esta es la finca experimental elegida por la conselleria de Medio Ambiente y Agricultura para conocer, con datos fehacientes, cómo se comportan las variedades más tradicionales de trigo mallorquín en riesgo, el rendimiento de la cosecha tratada de forma ecológica, la evaluación de posibles plagas y enfermedades, y el conocimiento y calidad del grano a la hora de que su harina se convierta en pan.

"El proyecto responde a la necesidad de conservar y evaluar las variedades ante el peligro evidente de pérdida o extinción; pero a su vez también con miras al futuro. Poder pasar de analizar su conocimiento práctico al científico" añade el conseller Viçens Vidal. Y es que durante las últimas décadas, la entrada de trigos externos han provocado la progresiva disminución del cultivo de variedades autóctonas como el blat de xeixa, el valencià, florencio, garronsona, el blat mort y el barba, antiguas materias primas que parece que, poco a poco, vuelven a ser demandadas por su calidad.

En el campo de experimentación de Son Ramon Vell se han sembrado seis subparcelas de ocho por 92 metros cada una de ellas para, ver cómo crecen y estudiar sus resultados al detalle. Las espigas, claramente diferenciables a lo lejos por su tonalidad, son más altas a la vista que el campo cercano de trigo comercial (normalmente de una la variedad continental denominada galera).

"Al ser de caña alta es más difícil que los brotes se vean afectados por las malas hierbas, así como también son más resistentes a la sequía y a las enfermedades", explica Jaume Bonet, responsable del IRFAP, el servicio de la dirección general de Agricultura y Ganadería que trabaja en aspectos de investigación, fomento y conservación de los recursos fitogenéticos autóctonos de Mallorca, "Además, ahora ya no se necesita que el trigo sea de talla alta, porque apenas se necesita la paja resultante".

Otro de los objetivos de esta experiencia es, a su vez, conseguir que las variedades tradicionales como la de xeixa (que es la única que está en el primer año de un proceso administrativo que dura dos), blat mort y barba, sean autorizadas y registradas a nivel estatal para así poder comercializar su grano, hasta el momento vetado; aunque no la producción de harina o pan.

Diferencias en el pan

Durante los últimos años ha habido un incremento de la preocupación de productores, consumidores y asociaciones por recuperar el trigo propio de la isla y fomentar su uso, principalmente para la elaboración de pan. "Un pan elaborado con harinas de trigos de aquí puede durar perfectamente quince días, los que utilizan harinas tratadas, en cambio, al día siguiente son como piedras", responde Llull.

Todos los trigos que ahora se encuentran en riesgo de erosión genética, tienen sus características: el de xeixa, actualmente el más conocido y utilizado de los seis, se cultiva principalmente en Manacor, Santanyí, Pollença o Sant Joan. De él se extrae una harina de fuerza media de la que se consigue hornear "un pan más europeo, más blando".

El blat mort, denominado así porque su espiga se tumba al madurar, por el contrario "confiere un aroma muy diferente al pan. Su harina es más dura y no sube apenas, así que mejor utilizar un molde". Un dato curioso es que las ensaimadas o las cocas se 'reinventaron' con la llegada, hace 60 años, del trigo florencio, hoy considerada ya variedad mallorquina. "Hasta entonces aquí se utilizaba sobre todo el de barba. Hay que tener en cuenta que en Mallorca, hasta entonces, apenas había trigo de fuerza".

Actualmente un total de 39 agricultores mallorquines han solicitado ayudas para sembrar variedades locales de trigo, lo que se traduce en aproximadamente 350 hectáreas, casi todas ellas, eso sí, para trigo de xeixa.