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La patata

El tubérculo de oro que llegó a sa Pobla

La patata fue introducida por Agustí Serra, de Can Cristo, el año 1845, y desde entonces no se ha cesado de experimentar nuevos y diversos sistemas de cultivo y comercialización que le han conferido una gran importancia

El sector agrario de sa Pobla se halla inmerso estos días en plena campaña de recolección de la patata para su exportación a distintos países europeos y tal circunstancia impulsa a hurgar en los archivos en busca de la historia y evolución de un cultivo que ya lleva 170 años instalado permanentemente en las marjales 'pobleres'.

Un documentado artículo firmado por Melcior Comas Serra en el número 8 de la revista local sa Pobla (febrero de 1993) dice que "en sa Pobla, según constancia escrita, la patata fue introducida por Agustí Serra, de Can Cristo, el año 1845, y, desde entonces no se ha cesado en experimentar nuevos y diversos sistemas de cultivo y comercialización". Al principio, el tubérculo, sólo se cultivaba en pequeñas parcelas de las tierras bajas del término municipal, próximas a s'Albufera, para atender la escasa demanda del mercado isleño y dedicar el sobrante de la producción a la alimentación del ganado.

La patatera (Solanum tuberosum) se describe como una planta de la familia de las solanáceas, de ciclo anual, originaria de América del Sur, dónde crece silvestre en la serranía de los Andes.

De dicha planta se conocen cientos de variedades; unas adaptables a altas temperaturas y otras a soportar las heladas de las alturas.

La patatera, que se cultiva por su tubérculo comestible y nutricional, fue importada a España por los conquistadores que la descubrieron en Perú, para ofrecerla al rey Felipe II como planta exótica, de un tallo de unos 40 a 60 centímetros, de hojas pubescentes, pinatipartidas y pecioladas de pequeña flor blanca o morada, según la variedad. Una planta que, en conjunto, ofrece unas singulares características ornamentales. Felipe II obsequiaría, al papa Paulo VI y a su suegro Enrique II rey de Francia, con algunos tubérculos de aquella novedad exótica para que los cultivaran en sus jardines, pues se desconocían las cualidades alimentarias de su fruto.

Sigue contando la historia, con ciertos tintes de leyenda, que el año 1777 el farmacéutico francés Antoine Augustin Parmentier, consiguió que se prestara atención al cultivo de la patata, invitando insistentemente al rey de Francia Luis XIV a que visitara el ufano y esplendoroso patatal que crecía en su huerto, cercado por un seto espinoso para que no le robasen las patatas. Hábil estratagema, la de Parmentier, para hacer creer que la patata era útil al hombre cuando la veían tan celosamente protegida. Y se dice que fue inmenso el gozo del farmacéutico cuando se dio cuenta de que le robaban las patatas de su huerto. Desde entonces, la humanidad se acostumbró a consumir el, hoy, tan preciado tubérculo en todo el mundo.

Su cultivo en sa Pobla

Después de la introducción de su cultivo en sa Pobla aquel año 1845, han sido diversos los factores que han venido favoreciendo su progresión. La llegada al pueblo de la filoxera, el año 1891, provocaría la desaparición de los viñedos, al tiempo que el notable incremento de las superficies destinadas al cultivo de cereales en el resto de la isla, disminuiría la demanda en el mercado del trigo de producción local. Así, el aumento de las extensiones de tierra de regadío abrían la posibilidad a otros cultivos.

Como se hacía referencia en un reportaje sobre la historia de la exportación de patata 'poblera' al Reino Unido, publicado en estas mismas páginas, a partir del año 1926, el cultivo de la patata en sa Pobla experimentó un cambio radical que repercutiría favorablemente en el desarrollo socioeconómico de un pueblo que sobrevivía gracias a los duros esfuerzos vertidos en una agricultura escasamente rentable para quienes la trabajaban por cuenta de los grandes terratenientes.

En aquel cambio desempeñó un papel predominante la iniciativa del avispado comerciante Pere Antoni Aguiló Bonnín, poniendo en práctica la experiencia de cultivo y comercialización de la variedad royal kidney que se llevaba a término, con gran éxito en la comarca barcelonesa de Mataró; la exportación de patata a Inglaterra.

A mediados del pasado siglo XIX, los agricultores poblers llevaban a término, anualmente, dos cosechas de patata; la temprana destinada a la exportación, cuya siembra se realizaba en el mes de noviembre y empezaba a recogerse en mayo, y otra cosecha, llamada de invierno que se destinaba al consumo interior. Era sembrada a finales de julio y recolectada entre octubre y noviembre. Entre las dos producciones, las tierras acogían la cosecha de la alubia, cuya variedad de ganxet era muy apreciada y demandada por los mercados interiores y peninsulares.

La alubia dejó de cultivarse hace años por falta de rentabilidad, motivada por la importación de la leguminosa de otros países a precios incompatibles con la de producción mallorquina.

Desde los años 90, la campaña de exportación tiene su desarrollo entre los meses de febrero a finales de junio, según la variedad más o menos tempranera. La lady christl y la maris peer, conocidas popularmente como patató, son las primeras en recolectarse para abastecer el mercado inglés. Después les siguen una amalgama de variedades destinadas a diferentes mercados de países nórdicos y del este, para terminar con la variedad alemana, de piel más oscura y gruesa, que abastece el mercado germano.

Proceso evolutivo

De la consulta al detallado estudio que ofreció el año 1958, Jaime Obrador Socías, a través de las páginas de la revista local Vialfàs, se puede observar la constante evolución que ha venido experimentando el sistema del cultivo de la patata; desde la preparación del terreno, abonado, siembra, regadío y tratamiento de la cosecha, hasta su recolección comercialización y transporte. Labores, todas, que requerían horas de dedicación y esfuerzo físico de una legión de hombres y mujeres -pequeños propietarios, aparceros, gañanes y jornaleros- que las realizaban en jornadas de sol a sol, a espinazo encorvado y mirada fija en los surcos, sobre los que goteaban los sudores que emanaban de sus frentes. Primero manejando, con destreza, rudimentarias herramientas y aperos de labranza, para poco a poco incorporar el arado de tracción animal en sus distintas versiones (de rea, amb orelles, amb rodes) hasta que fueron arrinconados con la llegada de los motocultores, el popular pascuali y, más tarde el tractor, máquinas que accionaban las primeras sembradoras y recolectoras mecánicas.

Las nuevas tecnologías, también revolucionaron, con fuerza, los sistemas de riego, desde el primitivo de sacar agua con latas, pasando por la noria, los molinos de viento, las bombas centrífugas o de émbolo activadas por los motores de explosión, y más tarde las bombas sumergidas, movidas por sistema eléctrico, hasta llegar al riego por aspersión, actualmente ya activado desde el propio hogar del agricultor y que tanta ayuda supone a la hora de combatir las, antaño, tan preocupantes y catastróficas heladas.

Igualmente han ido evolucionando los sistemas de comercialización, con la progresiva incorporación por parte de los portales comerciales -que así se llama en sa Pobla a los mayoristas- de la adecuada maquinaria de selección, limpieza, pesado y envasado del tubérculo y con el avance que han experimentado los trámites burocráticos y administrativos que, en mayor o menor medida, garantizan al productor la siempre incierta rentabilidad de su cosecha.

Solo en la memoria de los más viejos del lugar queda aquella descripción que del cultivo de la patata hacía el citado Jaime Obrador hace casi sesenta años, merecedor, sin duda, de un futuro comentario.

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