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Solidaridad

Ángeles de la guarda de los refugiados

Ocho cooperantes mallorquines han pasado una semana en la frontera entre Grecia y Macedonia

Han dejado sus familias, sus hijos, sus trabajos y su día a día en Mallorca. Pero regresan a casa con el buen sabor de boca de que han hecho una gran labor, lo que mejor podían hacer: ayudar. Son los ocho cooperantes mallorquines que durante una semana han dado todo de sí en el campamento de refugiados de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, para atender aunque solo fuera en una pequeña escala las necesidades más básicas de los miles de refugiados sirios que se hacinan en tiendas de campaña.

Con su regreso a casa se pone punto y final, de momento, a una iniciativa solidaria que puso en marcha la plataforma 'Sóller amb els Refugiats' y en la que también ha participado la asociación vecinal de Ca n'Amunt (Palma) y vecinos de Bunyola. En total, han sido ocho los mallorquines que han trabajado en Grecia en la última semana para hacer llegar a los refugiados el material que fue apadrinado desde Sóller, Bunyola y Palma.

Joan Bernat Puigserver es uno de los integrantes de la expedición que hoy regresa a casa. Se fue a Idomeni dejando atrás su trabajo y su familia para atender, y ya es la segunda vez que lo hace en pocos meses, a los sirios que han recalado en Grecia en busca de un futuro mejor lejos de las bombas de su país. En su anterior viaje, ayudó a desembarcar a decenas de refugiados que llegaban a bordo de lanchas a la isla de Lesbos.

"Uno no se puede imaginar cómo es todo esto hasta que lo ve con sus propios ojos", explica Joan Bernat, con la lógica emoción en sus palabras tras conocer la realidad que se esconde en el campamento de Idomeni.

"Muy duro"

"A todos se nos ha hecho muy duro" afirma Bernat, quien asegura que su tarea ha sido "muy difícil" por las condiciones en las que se han encontrado los refugiados y, lógicamente, con el panorama al que han tenido que hacer frente en un lugar que no reúne las mínimas condiciones para llevar a cabo una vida con dignidad. Los mallorquines se llevaron en su equipaje nada menos que 935 mochilas porta-bebés que fueron apadrinadas desde distintos lugares de Mallorca a 20 euros cada una. Recogieron ropa de abrigo, calzado y todo cuando pudieron cargar en sus maletas para repartirlo entre las familias con niños pequeños.

Con el dinero que se recaudó a través del apadrinamiento, la expedición mallorquina tuvo que "literalmente asaltar los supermercados" para adquirir pañales, cremas hidratantes, calzado, ropas y otros enseres para rellenar las mochilas porta-bebés que a lo largo de la semana han sido distribuidas por el campamento. "Nos encontramos unos supermercados que ya de por sí están muy desabastecidos", señaló Joan Bernat, quien también pudo constatar las penurias por la que pasa el pueblo griego con su particular crisis económica a la que ahora se le ha añadido la crisis de los refugiados.

"Uno no se puede imaginar lo agradecida que es la gente", explica el cooperante solleric, que añade que "a pesar de sus problemas y la escasez los refugiados nos acogen con mucha amabilidad, incluso nos invitan a sus tiendas de campaña a tomar el té y a estar con ellos". Para Joan Bernat, "es una experiencia muy gratificante que ha valido la pena", especialmente en todo aquello concerniente a los niños y sus mamás "que nos agradecen que les entreguemos los pañales o las cremas para evitar que los bebés sufran de irritaciones en la piel". Pero, como en todo, estas experiencias tienen su faceta más dolorosa. El cooperante solleric explica cómo en una de las visitas que realizó en una de las tiendas se encontró un niño de corta edad que al poco le pidió unos zapatos. El chaval iba descalzo pese al frío y a las inclemencias propias del invierno.

"Le prometí que el último día le regalaría los míos para que tuviera unos que ponerse", explicó Bernat, quien, para él, lo importante "es que todos estos niños puedan tener lo que es más básico".

En cuanto al ambiente que se respira en el campo de refugiados, el cooperante mallorquín asegura sentirse impotente ante el hecho de que muchos exilados están siendo víctimas de falsedades "porque les dicen que los llevarán a Alemania", cuando en realidad muchos de ellos acabarán nuevamente en Turquía.

Todo ello hace que la estancia de los ocho mallorquines en Idomeni tenga un mal sabor de boca, porque son conscientes de que "muchos de ellos no lograrán entrar en Europa" y acabarán su éxodo en el punto de partida. "Es algo muy duro y difícil", sentencia Joan Bernat. Pese a todo ello, la expedición regresa a Mallorca satisfecha con el trabajo que ha realizado.

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