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Entrevistas

Melcior Fullana Riera: "Tras regresar de Ruanda, no pude comer carne durante más de un año"

"Amé tanto a asesinos como a víctimas. Actuaron de ese modo porque estaban manipulados" - "Los hutus mataron a 1.300 tutsis en una noche. Tuve que esconderme para no ser asesinado"

Fullana, en el pueblo de donde es párroco. j. genovard

-¿Cuándo decidió ir a Ruanda para ayudar a los más desfavorecidos?

-Recibí muchas presiones familiares para seguir los pasos de mi tío, que fue misionero de los Sagrados Corazones en China durante 45 años. A los 17 no tenía claro mi futuro y empecé a preguntarme si mi destino no era ése. Decidí confiar mi decisión al azar y escribí dos notas, en una ponía sí y en la otra no y me las guardé en el bolsillo. Tras un par de días, y mientras estaba oyendo misa, después de haber comulgado metí la mano en el bolsillo y saqué uno de esos papeles... y salió que sí. Lo viví como una señal...

-¿Ruanda fue siempre su primera opción?

-No. Una vez terminados mis estudios me dieron la opción de instalarme en Santo Domingo, pero la rechacé porque mi intención era ir a una zona en la cual no se conociese la religión católica.

-¿Cómo fueron los primeros días allí?

-Cuando llegué fui el encargado de las sucursales de la zona. No solo tenía la función de oficiar misa, sino que también dedicaba mis días a ir casa por casa a conocer la población, predicar la palabra de Dios y ayudarles en sus conflictos personales y espirituales. Incluso tuve una bonita relación de amistad con la madre del rey de Ruanda. Ella fue quien me ayudó principalmente a aprender la lengua autóctona.

-¿Cómo definiría a los dos bandos que se enfrentaron en la guerra civil, los tutsis y los hutus?

-Los tutsis tenían el poder político y su población se había repartido equitativamente por toda la nación. Además, contaban con la colaboración del presidente de Uganda, que envió 20.000 soldados para dar apoyo militar en su lucha contra los hutus, que por su parte contaban con la ayuda del ejército francés y con un mayor conocimiento de estrategias militares. Francia les facilitó una radio de gran frecuencia para coordinarse y así terminar con la vida de todos los tutsis.

-¿Cuándo se dio cuenta de que estaba en medio de una guerra?

-Sin querer recibí su frecuencia y descubrí cuál era su plan de ataque. Rociar las casas con gasolina y prenderles fuego con todos los habitantes dentro y, si estos escapaban de sus domicilios, les esperaban en el exterior con los machetes y los asesinaban a sangre fría. La misma noche que descubrí esa información empezamos a ver incendios en el horizonte, y la mañana siguiente se nos informó del inicio de la guerra civil. Días más tarde empezaron a llegar Tutsis que veían peligrar su vida y querían refugiarse en la misión. Una semana más tarde teníamos ya más de 2.800 refugiados con nosotros.

-¿Se planteó en algún momento abandonar?

-No se me pasó por la cabeza. Días después de los primeros ataques, la ONU se desplazó a la misión para rescatar a todos los individuos de raza blanca de la zona, pero mi compañero y yo nos negamos a marchar porque pensamos que si lo hacíamos no quedaría un solo tutsi con vida. En ese momento Santos, mi compañero, y yo nos convertimos en los jefes de la misión.

-¿Cuál fue la peor situación?

-Llevaba varios días sin comer a causa de los nervios y el miedo, y justo cuando decidí sentarme a comer empecé a escuchar gritos y bombas explotar y tuve que huir a un pequeño bosque al lado de la parroquia. Durante toda la noche hubo ataques y matanzas; tan solo oía los gritos de dolor y temía por mi vida. Ya por la mañana decidí acercarme a la parroquia. Cuando llegué los cadáveres estaban amontonados, más de 1.300 murieron esa misma noche, de los cuáles más de 500 fueron asesinados en la misma parroquia. Justo en ese momento llegaron los hutus para robar todos los objetos de valor de los cadáveres y tuve que esconderme como buenamente pude para no ser asesinado [recuerda entre lloros].

-¿Cómo consiguió salir?

-El alcalde fue quien me rescató cuando estaba escondido y nos ayudó a volver a casa cuando el pueblo era una ciudad sin ley en la que los supervivientes se robaban unos a otros para alimentarse. A mí me robaron en dos ocasiones pese a ser el quien les había dado cobijo días atrás y de camino al aeropuerto para volver a casa nos atacaron con el fin de conseguir nuestro dinero.

-¿Cómo lo vivió su familia?

-Un par de días después del inicio de la guerra las radios españolas empezaron a anunciar mi desaparición y mi posible muerte. Yo sentí mucha impotencia al no poder comunicar a mi familia que estaba bien porque ellos me creían muerto.

-¿Se arrepiente de algo de lo que hizo durante su estancia?

-Bueno... [Risas]. Vino un matrimonio que acababa de tener un hijo. La mujer no llegaba a los 20 años mientras que el hombre ya era viudo y tenía una edad avanzada. Cuando vinieron para bautizar a su hijo le dije al señor: ¿Te habrán ayudado, no?

-¿Qué siente cuando piensa en las personas asesinadas?

-[Se emociona]. Ellos me quisieron y yo les amé tanto que todos, tanto asesinos como víctimas siempre tendrán un lugar en mi corazón. Actuaron de este modo porque estaban manipulados y no sabían hacer otra cosa. Meses atrás todos ellos se juntaron en la misa de Pascua y se podía observar hermandad entre las tribus. Una de las razones por las que no fui capaz de volver fue porque todos mis amigos estaban muertos.

-¿Cómo se sintió tras su regreso de Ruanda?

-Me costó mucho adaptarme. Los primeros días incluso estuve tumbado en la cama con fiebre. Estuve semanas sin poder dormir por el miedo. Yo me fui a África a vivir y a morir, no tenía intención de volver aquí. Después de pasar por Lluc y la Real llegué a Ariany, que ha sido para mí una auténtica curación. Me han dado la opción de volver a Ruanda de visita ahora que todo está tranquilo, pero no me siento capaz. Después de regresar no pude comer carne durante más de un año. Cuando veía carne en un plato me recordaba al montón de cadáveres que vi en la parroquia, hasta me provocaba nerviosismo y, en ocasiones, tristeza y miedo.

-¿Cómo valora la situación actual de la religión católica?

-La situación de la Iglesia Católica afecta a todo el mundo y a todas las culturas. En algunos aspectos es muy buena, aunque en algunos otros deja bastante que desear. Después del último Concilio se esperaba una reestructuración general de la iglesia, pero no fue así, hecho que ha provocado que muchos de los curas jóvenes hayan perdido la fe en la Iglesia y hayan decidido cambiar de vida.

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