Nada de alcohol embolsado ni acristalado (en el cuerpo fue otra cosa), ni petardos, ni objetos contundentes. Nada que pudiera poner en peligro el Plan de Autoprotección diseñado desde hace unas semanas entre Ayuntamiento, Patronat, Parroquia y cuerpos de seguridad de Manacor y que tan buenos resultados dio el año pasado. El aforo máximo controlado, o sea, 1.698 personas (casi mil menos de lo que el edificio admite) se llenó en cuestión de minutos hasta el punto que más de una hora antes ya no hubo sitio para nadie.

Para concienciar aun más a los asistentes y bajo el título Sant Antoni, de tot perill guardau-nos!, el consistorio, tal y como anunció toda esta semana, repartió cuartillas que por una cara llevaban impresa la letra del Cant dels Goigs, loas al protector de los animales de pezuña. Y por la otra, un plano detallado de la iglesia con sus distintos puntos de entrada en flechas verdes y las salidas de emergencia marcadas con círculos rojos. Todo completado con un recorrido de evacuación para cuando terminara el acto.

Todo a punto. A las 19,30 en punto el rector, Andreu Genovart, dirigió unas palabras a los fieles que se amontonaban junto al altar. Momento a medio camino entre la tensión y los nervios, del latín al catalán, de la religión a la Banda. Silencio corto y estruendo: Oh gloriós Sant Antoni/de Viana anomenat!/Ja'n l'Infern encadenat!/teniu el pervers Dimoni!/Escoltau la cerimoni/amb que vos hem alabat/diguent: Viva Sant Antoni/de Viana anomenat!.

Tras las Completes, que desde hace unos años no cuentan con la tradicional misa previa para no alargar en demasía la espera, se procedió a encender el primer fogueró, el de la plaza de la Rectoría, donde Sant Antoni y los dimonis bailan segundos antes de las ocho de la noche. Es el principio de la noche, cuando todo puede arder y las partes del cerdo, antes protegido, son devoradas por brasas y estómagos.