De aquellos locos del swing, de los clandestinos de pies ágiles, felices años veinte, sombreros, collares de perlas y labios rojos. De los de la ley seca en Chicago o Nueva York y de los que fueron pioneros en Mallorca en aquello de moverse tras las trompetas de postguerra. De todos han aprendido, en distintas proporciones, los que hoy hacen lo propio por mantenerse rebeldes y recuperar el auge que un día el swing patentó para todo el mundo.
Cubiertos por el impresionante sala redonda del socavón de las Coves dels Hams de Porto Cristo, más de un centenar de 'enfermos' convulsionaron de nuevo como hace décadas, en lo que se supone que fue el primer lugar de la isla donde se ejecutaron coreografías de swing. "Estamos contentísimos de cómo ha ido todo hasta ahora; con solo un año de existencia conseguir llegar a los cien socios es impresionante", explica satisfecho Miquel Vanrell, uno de los ideólogos de Swingsick People, la asociación manacorina que promueve "sobre todo el Lindy Hop y sus valores" y que está formada por personas de edades y nacionalidades diversas, "con un local propio donde poder bailar, especialmente los jueves (o lindyjous como los llaman), y donde poder asistir a clases".
Ayer, desde las once de la mañana y prácticamente hasta que el cuerpo aguantó, la pista gastó las zapatillas de las barbas más en forma, de los tocados enlacados y de los tirantes de camisa blanca y pantalones oscuros. Una estética que quedó inmortalizada en un animado photocall y se 'regó' con vinos de la tierra y tapas como gasolina. Además, el grupo Silvia and the High Heels repartió música en directo a diestro y siniestro para regocijo del personal.
Al final, sonrisas, muchas calorías perdidas y premios para los socios, como el otorgado a la mejor foto que tuviera por protagonista a alguno de ellos, con la camiseta de la asociación, bailando en algún lugar reconocible del mundo.
