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Los 'gigantes' de viento, descritos de primera mano por Unamuno

Los cientos de molinos que poblaban la amplia planicie, rodando al acompasado ritmo que les imprimía la mayor o menor fuerza eólíca, ofrecían una bella e impresionante imagen que no escapaba a ningún observador. Una imagen que tampoco escapó al escritor y filósofo don Miguel de Unamuno y que quedó reflejada con su proverbial prosa en su obra Andanzas y visiones Españolas (Austral n.160, 1941) cuando el verano de 1916, en su viaje a Mallorca, escribió: "De Alcúdia volvimos a Manacor pasando por la Puebla -o mejor, La Pobla-,la parte más fértil de la isla, aunque no la más pintoresca. Hay allí una albufera y el mar empapa la tierra. Un ejército de molinos de viento le sacan a ésta su agua; pero de estos molinos modernos de rueda y pequeñas aspas de madera. Aunque no son esos familiares molinos de viento, los de vela, los de Don Quijote, los que saludan con la mano, estos otros molinos en tan gran tropa no dejan de animar el paisaje con una nueva vida. Se ve a la tierra trabajando".

Hoy, la estampa es completamente diferente a la que describió Unamuno y a la que inmortalizaron otras ilustres plumas y destacados artistas de la pintura y la fotografía.

Con la llegada de nuevos sistemas de cultivo y de extracción de agua para el riego, los molinos dejaron de tener utilidad y poco a poco fueron abandonándose los cuidadosos trabajos que su mantenimiento requerían.

Su otrora esbelto armazón y vistoso ramell (rueda) se fueron desplomando hasta mostrar un aspecto esquelético y dejando despojadas, tristes y solas a las más resistentes torres, auténticas piezas arquitectónicas; testigos mudos de un pasado que marcó el punto de inflexión de un anhelado progreso para las generaciones de agricultores e industriales de principios del pasado siglo.

Aquel "ejército de molinos de viento" que llamó la atención de Unamuno fue cayendo, vencido y derrotado a los pies de los escuadrones de las nuevas tecnologías.

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