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El reportaje

Cuando los Reyes Magos llegaban en portaaviones

En la segunda mitad de los 50 los niños ingresados en el sanatorio infantil de San Juan de Dios esperaban con devoción a los 'Reyes' llegados de los EE UU

Terraza de San Juan de Dios, en 1956. archivo b. b.

A partir de mediados de diciembre, los niños palmesanos o de la Part Forana ingresados en las dos salas (pequeños y mayores) del sanatorio infantil de San Juan de Dios, ubicado en el Coll den Rabassa, escrutaban cada mañana el horizonte de la bahía de Palma esperando avistar algún portaaviones USA que fondeara cerca del puerto.

El día que se avistaba la presencia de uno, podía ser el Forrestal o el Saratoga, siempre entre Navidad y Reyes, la alegría se desbordaba entre los pequeños. Tenían poderosas razones para sentirse satisfechos. ¡Llegaban los Reyes Magos americanos!.

Transcurría la segunda mitad de la década de los 50. Este sanatorio, asistido por frailes de San Juan de Dios, abrió sus puertas el 4 de diciembre de 1955 y estaba destinado a tratar las enfermedades óseo-articulares en los niños, sobre todo para familias económicamente débiles.

La gran alegría de aquellos pequeños postrados en sus camas se debía a que sus ilusiones y deseos se hacían realidad con la llegada de estos reyes venidos en aquel enorme barco. Los marines eran unos auténticos magos que les daban lo que querían. Los responsables del centro sanitario les habían aconsejado que escribieran sus cartas demandando los juguetes o regalos más deseados. El primer año fueron pocos los niños que pidieron juguetes atrevidos y caros. Pero en los siguientes, al darse cuenta de que lo que solicitaban, fuera lo que fuera, se les era concedido, la mayoría se apuntó a pedir todo tipo de regalos y caprichos, desde un proyector de cine 35 mm o súper 8 (un lujo en España en aquellos tiempos), hasta un Mecano en cuya caja de piezas cabía perfectamente el niño que lo había pedido.

Todos estos obsequios llegaban a las camas ante los abiertos e incrédulos ojos de cada niño. "Era un sueño hecho realidad, los reyes americanos, que habían llegado por Navidad en el portaaviones, nos concedían todos nuestros deseos y nos ofrecían, en las salas del hospital, unas grandes fiestas con helados, refrescos y películas de dibujos animados. Incluso invitaban a los que podían desplazarse a visitar el interior del buque", comenta uno de aquellos menores que entonces contaba con solo seis años y estaba ingresado en el centro.

Después, cuando llegaban al hospital los Reyes Magos auténticos, los de Palma, los niños, que son sinceros y un tanto maliciosos, no hacían demasiado caso de sus visitas y sus regalos. ¿Se puede comparar acaso una gran caja de Mecano con un juego de parchís, unos tebeos del Capitán Trueno o el Guerrero del Antifaz y unos cuantos caramelos?... No había color, pero aquellos pequeños no podían entender que los humildes presentes de los reyes locales quizás tuvieran mucha más carga de sacrificio que los de los norteamericanos. Lo mismo sucedía con los regalos que les llevaban las familias. Su ilusión ya estaba colmada.

Agradecimiento

El mismo niño de entonces recuerda muy bien y con cierta nostalgia, que en una ocasión encargaron a uno de los niños que leyera una nota de agradecimiento a los oficiales y marines del portaaviones que había llevado hasta allí a los Reyes Magos, por lo bien que se habían portado con todos los pequeños del sanatorio infantil de San Juan de Dios.

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