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Tradición

Más de un siglo de la Sibil·la en sa Pobla

Un trabajo de investigación recoge los diferentes intérpretes del popular salmo que el municipio ha tenido desde el año 1912, con la particularidad de que todos eran niños hasta la irrupción de la primera niña en 1970

Elena de la Cruz interpretará el canto hoy en sa Pobla. joan llabrés

Como en tantos otros pueblos y ciudades de Mallorca, sa Pobla conserva y cuida con mimo su más que centenaria tradición cultural del canto de la Sibil·la. Así lo confirma un laborioso y valioso trabajo de investigación realizado por la revista local Sa Plaça (número 39, diciembre de 1995) que nos permite conocer nominalmente a los intérpretes de los salmos que anuncian las terroríficas profecías del fin del mundo desde 1912 a 1995.

En dicha relación se observa como algunos niños repetían durante varios años, hasta que su timbre de voz blanca dejaba de ser el adecuado para entonar los difíciles registros de la canción. Otra apreciación nos descubre que hasta el año 1969 las voces de la Sibil·la eran masculinas y que la primera niña en interpretarla fue Joana Gost Serra de can Nadal en la noche de Navidad de 1970. Curiosamente, a partir de ahí y hasta el año 1994 no se registra ningún intérprete masculino.

A lo largo del mencionado periodo, de sa Pobla surgieron destacados sibil·lers que tuvieron el honor de cantar en las Maitines de la catedral de Palma y de la basílica de Lluc. Entre los primeros figuran: Gaspar Aguiló Barceló (1937 y 1938), Miquel Serra Bennàssar (1941), Francesc Caimari Crespí (1944) y Antoni Pons Company Tutet (1954 y 1955). En Lluc, formando parte de su escolanía, la interpretaron: Josep Obrador Cladera (1954), Miquel Frontera Cladera (1978), Martí Serra Buades Patró (desde 1979 a 1982) y Frances Fiol Caimari Cassola (1983). Precisamente, Martí Serra tuvo el honor de entonar las profecías de la Sibil·la en el domicilio palmesano del pintor Joan Miró, exclusivamente para el artista catalán, como regalo de Navidad de sus familiares, en el año 1979.

Jordi Soler Cuart, en la citada publicación local, firma un interesante artículo en el que desvela ciertas curiosidades de 'La gestació d'una Sibil·la'. Después de confirmar que sa Pobla ha sido tierra de buenas sibil·les nos sumerge en los cuidados preparativos a que era sometido el niño a quien le correspondía la "distinción de cantar las terroríficas profecías del fin del mundo".

Horas de dedicación

Entre bambalinas, como se diría en términos teatrales, en la preparación de un sibil·ler se invertían muchas horas de dedicación y desvelos de personas entregadas a la consecución del lucimiento, con éxito, del protagonista del momento más esperado de de la gran noche de Maitines.

Describe el trabajo de Soler el proceso que se repetía, año sí y otro también, durante los meses previos a la Navidad. El vicario, don Toni Company Real, fundador y director de la eschola cantorum, organizaba el proceso de selección de las mejores voces, mediante distintas pruebas en las que los candidatos, conscientes del honor que podía tocarles en suerte, vertían su todo y más para ser los elegidos. "Por exclusión de los demás, eran elegidas las tres mejores voces blancas del pueblo. Uno de ellos sería la Sibil·la, mientras los otros dos quedaban en la recámara, como suplentes para cubrir cualquier posible contratiempo que pudiera afectar al titular".

La labor más importante se centraba, luego, en los largos y agotadores ensayos diarios encaminados no tan solo a la entonación de las notas y a la perfecta modulación de los pasajes musicales, sino también a memorizar aquellas estrofas ambiguas, pues la Sibil·la canta sin ningún tipo de acompañamiento instrumental.

Añade Jordi Soler en su artículo que "cuanto más se acercaba la Navidad, más se prodigaban las atenciones hacia la futura Sibil·la. Durante unas semanas, se le dispensaba de cantar en las funciones religiosas. Por parte de la familia los cuidados aumentaban a ritmo creciente. La cantidad de sesitos, yemas de huevo crudas con mistela, higos secos, miel, caramelos y otros productos que ingería la Sibil·la para aclarar su voz eran considerables".

Los elegidos, durante ésta época generalmente fría y lluviosa, evitaban en todo lo posible salir a la calle, o lo hacían bien abrigados por temor a un resfriado o afonía. Procuraban evitar las corrientes de aire y los cambios bruscos de temperatura para conservar bien temperada aquella fina voz que emocionaría a los devotos que cada año llenaban, a rebosar, el templo.

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