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Manacor

25 años de museo en la Torre dels Enagistes

En 1990 el Ayuntamiento nombra al primer director del Museu d'Història moderno - Es la oportunidad de poder exponer todas las piezas en un único edificio

Hace ahora 30 años, en 1985, el ayuntamiento de Manacor adquiere la Torre dels Enagistes, un edificio gótico de dos plantas edificado tras la conquista catalana situado a las afueras de la ciudad. Lo hace consciente de su función: convertirse en la nueva sede del museo de Historia. Cinco años después y tras una intensa reforma para devolver al inmueble sus rasgos primigenios, el arqueólogo Josep Merino empieza a trabajar en él como director. Empieza la era moderna del museo manacorí.

Aunque el arranque en la muestra de piezas históricas relacionadas con el municipio comenzó hace casi 90, el 6 de junio de 1926. Mossèn Joan Aguiló, descubridor de la basílica paleocristiana de Son Peretó y del conocido mosaico dedicado a la mártir Baleria, muere en 1924 y deja escrito en su testamento que la colección arqueológica que había ido recogiendo no debía salir nunca de Manacor. Pese a ello, todavía hubo intentos de compra por parte del ayuntamiento de Palma, el Bisbat o la Societat Arqueològica Lul·liana, ante la falta de un espacio municipal donde ponerlo en valor. En 1926 el consistorio manacorí se decide y compra la colección a sus herederos por 15.000 pesetas, con la intención de abrir su primer museo municipal en la Torre de ses Puntes.

Sin embargo la ubicación no tiene éxito; demasiado apartada de la carretera que va a las cuevas, la ruta para llegar es incómoda y su promoción se hace complicada. Sin apenas vistas, el Ayuntamiento decide de nuevo intervenir. En 1931, con la llegada de la República, la Sala teme por las piezas y la traslada sin demasiado criterio al claustro del convento de los Dominicos en 1933. Es cuando muchas piezas de Aguiló se pierden por el camino pasando a manos privadas.

Como cuenta la actual directora del Museu d'Història, Magdalena Salas, en un reciente estudio para las jornadas de estudios locales de Manacor, el cambio no es mejor. Durante seis años las piezas no son visibles y los valiosos mosaicos son instalados en uno de los corredores de la planta superior. De aquí para allá, cuestiones administrativas hacen que de nuevo las piezas tengan que emigrar.

En 1951 el Ayuntamiento compra una antigua academia de dibujo y escuela para niñas junto a la iglesia dels Dolors. Pese a ser casi un almacén en cuestiones de espacio, su nombre, Museu Arqueológic, y el hecho de tener la fábrica de Perlas Manacor justo al otro lado de la plaza del Palau, hace que los turistas aprovechen la bajada del autobús para realizar ambas visitas, recuerda Antoni Ferrer, director de la red de bibliotecas municipales. Las piezas, compuestas en vitrinas, no siguen una ordenación cronológica ni histórica clara; tampoco los criterios de conservación son ideales. Se sabe que el 1967 por el museo local pasaron unos 500 visitantes.

Volviendo de nuevo la vista hacia adelante, ahora sabemos que hasta el inicio de la década de los 90, nadie había clasificado y catalogado todo el material diseminado. Merino lo une y estudia, utilizando por primera vez un sistema de registro metódico. Tras unos años dubitativos, el consistorio decide apostar definitivamente por el museo, promociona las visitas (sobre todo escolares) crea salas de exposición permanente sobre la Prehistoria, la época romana, cerámica islámica u otra dedicada enteramente a la joya de la corona: el gran mosaico de Balèria y el resto de vestigios de Son Peretó. Y aunque por fondos sería posible crear nueva salas para avanzar en la Historia, ahí, en la época paleocristiana es cuando acaba.

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