La cuenta atrás hacia la feria más esperada del otoño mallorquín, el Dijous Bo, se inició ayer en Inca con el primero de los tres eventos comerciales que preceden a la Fira de fires del próximo 19 de noviembre. Antes de alcanzar el destino, el tren pasa por tres estaciones temáticas cargadas de atractivos para todos los gustos. La primera de ellas, la llamada Fira de la Terra, contó con un gran número de visitantes llegados de todos los puntos de la isla.

La gente respondió al reclamo del ayuntamiento de Inca, que este año ha promocionado más que nunca las tres ferias con el objetivo de que toda la ciudad salga a la calle para 'fer poble' y, de paso, activar la economía local. Sin embargo, la presencia masiva de visitantes no se tradujo en un gran éxito de ventas, ya que eran muchos los comerciantes que se quejaban de las pocas ganas de gastar de la gente. "Nadie lleva bolsas, lo que es un mal signo, supongo que muchos prefieren esperar a realizar las compras porque todavía quedan dos ferias y después el Dijous Bo", apuntaba una resignada payesa 'inquera' ataviada con el traje tradicional.

Numerosos atractivos

El tema medioambiental supone el principal atractivo de la Fira de la Terra. La calle Major se convirtió en un gran vergel en el que los colores vivos y los aromas agradables de las plantas y las flores llenaban el ambiente. A cada uno de los lados de las exposiciones florales, auténticas riadas de gente que avanzaba a un ritmo lento sin perder detalle. En diferentes puntos del centro de Inca podían visitarse muestras de centros de plantas y flores o de jardines.

La Plaça de la Llibertat era el centro de la VIII Fira de la Sostenibilitat, con una amplia oferta de productos naturales y artesanos. Asimismo, en las calles Bisbe Llompart, Jaume Armengol, la Pau, Estrella, Miquel Duran y General Luque se instalaron numerosos puntos de venta de productos de la tierra y de artesanía.

Uno de los espacios más visitados fue la plaça Mallorca, donde el principal atractivo era la VI Trobada de Cossos d'Emergència. Las diferentes fuerzas de seguridad, como la Guardia Civil, realizaron demostraciones de detección de explosivos por parte de perros adiestrados y robots que fueron muy aplaudidas por los presentes. En el centro de la plaza, dos helicópteros de la Guardia Civil y la Policía Nacional hicieron las delicias de los más pequeños, que pudieron fotografiarse en las cabinas de mando de los aparatos.

El claustro de Sant Domingo se transformó en un centro expositivo de bonsáis, donde los aficionados a estos árboles en miniatura disfrutaron con auténticas obras de arte vegetales y pudieron ver de primera mano la técnica de la poda por parte de profesionales.

En la plaza de España, la cerveza acaparó todo el protagonismo, con una amplia oferta de bebidas artesanales elaboradas en la isla, que se servían acompañadas de sabrosas tapas.

Los niños también se lo pasaron en grande con los numerosos talleres y actividades organizadas para ellos.