El concurso de racimos de uva de mesa, la ofrenda del mosto del año a la Virgen y los bailes de gigantes y del Tall de Vermadors fueron el colofón que ayer dio por finalizada la 51 edición de las Festes des Vermar de Binissalem.

Sin embargo, la mañana no hacía presagiar que la fiesta pudiera acabar bien, muy al contrario, parecía querer repetir el infortunio del pasado año, cuando los actos de fin de fiesta se llevaron a cabo en el interior de la iglesia.

La lluvia se hizo presente sobre las diez de la mañana, y aguó el paseo de las autoridades desde el Ayuntamiento hasta la iglesia. Sin embargo, escampó antes de finalizar el oficio. No obstante, el agua debió desanimar a muchos visitantes pues se notó menos gente que otros años

Ayer era el día grande de las fiestas, pero no lo fue tanto por la merma de asistencia. Los comentarios abundaban en que sa Vermada se ha dilatado demasiado, pues abarca diecisiete días. De hecho hay varios actos mucho más multitudinarios que el de ayer, siendo éste, en teoría, el acto central.

El concurso de racimos, que hace años contaba incluso con dos categorías, tuvo ayer un único participante: Joan Reus Grau, que con un racimo de 2,550 kilos y ninguna oposición se hizo con el primer premio.

De la ceremonia de ayer también quedará para el recuerdo la despedida de Maria Cànoves, que llevaba 25 años cantando los himnos de Binissalem y Mallorca durante la ofrenda del mosto a la Virgen de Robines y al finalizar el acto fue homenajeada.

Concurso

El acto más entrañable de los celebrados ayer, la ofrenda, comenzó cuando los dos vermadors: Tomeu e Ignasi Moyà pisaron las uvas para que brotara el mosto.

La Vermadora Major, Maria del Mar Pascual, se lo ofreció después a la Virgen.