Con apenas 20 años, el joven monarca Jaume I se lanzó a la conquista de territorios desconocidos y se hizo con ellos. Lo consiguió por la fuerza de las armas, en una "operación de poder revestida de una violencia enorme", según remarcaba esta semana el pregonero de las fiestas, el periodista Andreu Manresa. Casi ocho siglos después de aquello, 786 años después para ser más exactos, las tropas de El Conqueridor pusieron pie a tierra en Santa Ponça, aunque les animaba una misión que no tenía nada que ver con ambiciones territoriales y ansias de dominio. Simplemente, fue una misión lúdica.

Y, a este objetivo, se aplicaron con ganas las decenas de calvianers que son miembros de las colles de moros y cristianos de las fiestas del Rei en Jaume, una tradición que ya está enraizada en la vida social del municipio. Hubo más de un millar de participantes, divididos entre las ocho agrupaciones cristianas y las 11 musulmanas. Como novedad, este año se estrenó la agrupación Al Madina, mientras que una de las clásicas de la celebración, la de Guillem de Montcada, no pudo participar por motivos personales, según explicaron desde el departamento municipal de Cultura.

Los ejércitos de la fiesta estuvieron comandados por David Beltrán, que representó a Jaume I, y por Antonio Barrera, como Abú Yahyá, el eterno perdedor en la contienda.

La jornada bélica arrancó, un año más, en la Creu de Santa Ponça, con un primer enfrentamiento, que alcanzó después su clímax en la playa grande de la localidad, ante la presencia de numerosos vecinos y turistas, sin olvidar a los gegants de Calvià (Jaume I y Violant d'Hongria). El alcalde Alfonso Rodríguez Badal y concejales del equipo de gobierno participaron en la batalla.