Diario de Mallorca

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La moda de los montículos

Las 'montañas' absurdas

La proliferación de 'caramulls de pedres' por caminos de la Serra de Tramuntana no hace más que poner en evidencia una moda litoral que en Mallorca se concentra sobre todo en el Cap Salines y la Punta de n'Amer y que afecta a numerosa flora y fauna endémicas

Unos turistas, ajenos a las miradas y con cierta parsimonia, van armando una torre con piedras. Como si fuera un mecano aguardan su equilibrio varias veces hasta que dan por terminada su pequeña obra de ingeniería. Satisfechos, se fotografían con ella para más tarde hacerlo con las decenas de caramulls que se alzan a su alrededor. Esta es una postal demasiado común en el Cap Salines, junto al faro situado en el extremo sur de Mallorca, donde la isla de Cabrera y los supuestos montículos decorativos atraen a muchos conductores. Supuestos porque en realidad lo único que suponen es una agresión directa a plantas y animales endémicos que, aunque pasen a veces desapercibidos, habitan en el lugar.

"Son acumulaciones que banalizan el paisaje", explican desde el colectivo Terraferida, que denuncia el impacto absurdo que las montañitas también tienen en, por ejemplo, la Punta de n'Amer de Sant Llorenç o cada vez más en la Serra de Tramuntana, donde su proliferación hace que se confundan con las fites excursionistas. "Ahora que estamos en situación de no aceptar más agresiones de urbanización del litoral, resulta que es la propia gente sensible a ello la que se está cargando el litoral con una moda muy perjudicial, alterando a niveles increíbles el paisaje". Unas percepciones que por desconocimiento van aumentando.

Los orígenes

Lo que los ingleses denominan cairns y que poco a poco se están convirtiendo en una plaga por todo el mundo, en realidad son imitaciones de las pequeñas construcciones espirituales nacidas y extendidas en Nepal, en la cordillera del Himalaya, donde los budistas colocan piedras lisas una encima de otra, con inscripciones pintadas en varios colores, para rezar alrededor de ellas en el sentido de las agujas del reloj, en un ritual que fuera de su sentido tradicional, se convierte en una simple moda pretenciosa y perniciosa hacia la propia geomorfología, flora y fauna.

En Mallorca existen múltiples especies de plantas que han acostumbrado su vida a condiciones extremas de salinidad, mucho viento y falta de agua. Cerca del mar y en suelos pedregosos encontramos por ejemplo especies protegidas como el fonoll marí (Chrithmum maritimum), el socarrell (Launea cervicornis) o la eixobarates negre (Astragalus balearicus), además del conocido y cada vez más amenazado Limonium. Asimismo muchos son los invertebrados, caracoles, arañas, hormigas o someretes del Bon Jesús que pueblan y se cobijan en las rocas del litoral, lugar común también de los dragones, sargantanes y algunos pájaros que se alimentan y reproducen dentro de este hábitat tan frágil.

Su alteración, creando caminos que no existían para llegar y mover las piedras donde muchas veces se refugian o crían, mata un pequeño ecosistema sin un mayor motivo que la imitación o el hecho de pedir un deseo creyendo que se trata de una acción fútil.

Siguiendo el camino que lleva a la antigua torre defensiva de n'Amer desde la playa de sa Coma, nada parece indicar que sea uno de los puntos problemáticos de esta moda a erradicar en Mallorca, y que casi siempre se suele vincular a determinados puntos de Formentera o Eivissa. Pero si se sobrepasa la edificación que da nombre a la punta de tierra, se puede comprobar la magnitud del dilema. Aquí, como las piedras no son lisas, las pequeñas columnas en fila de a uno se convierten en 'montañas' para las que son necesarias cada vez más rocas para que la base aguante el peso del falso landart. Algunas hasta pueden medir, incomprensiblemente, cerca de dos metros de altura.

"Hay personas que en su afán de conseguir más piedras para su ritual han desmontado paredes secas de cierre de faros, una situación barroca y surrealista, a la vez que intolerable", lamentan desde Terraferida, en cuyo portal web han publicado una serie de fotografías alusivas junto al hashtag #caramullsquematen.

Pero no solo es la línea costera la que sufre los montículos modernos, sino que la moda también ha llegado a la Serra de Tramuntana, donde ya se confunden con facilidad y frecuencia con las fites de pedreny, escasas y estratégicamente situadas, que sirven para indicar el camino correcto a los senderistas. El carácter imitativo hace que donde antes había un montón de piedras con un sentido práctico ahora 'nazcan' decenas sin utilidad, "eso sin contar las señas de pintura..."

Pero, ¿qué hacer si vemos uno de esos falsos hitos?, ¿Podemos acabar con él o hay que dejar que sean los expertos o la naturaleza los que desmonten el entuerto?. Lo importante es no tomarnos la justicia por nuestra mano si no estamos seguros de los daños que ello podría también causar. "Esta vuelta atrás no puede hacerse de cualquier forma. Hay que mirar primero si afecta a esas mismas plantas o invertebrados"; "hay que derribar tantos caramulls como podamos, con rabia pero sin ira. Solo en los casos donde veamos que no aumentamos los daños".

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