-¿Dónde es más evidente esta ‘moda’?
-Se focaliza en el litoral y en miradores, aunque últimamente ya se puede ver en algunas zonas interiores y de montaña, hecho que puede dar lugar a la confusión de estos caramullets efímeros con los hitos que marcan un camino.
-¿Qué problemas pueden comportar exactamente?
-Los caramulls de pedres comportan diferentes problemas; para los más profanos representa un impacto visual y la banalización del medio, para otros es la extrapolación sin sentido de una pequeña parte de una cultura no mediterránea. A nivel geoambiental supone la pérdida progresiva de hábitats de fauna como los insectos o plantas especializadas a estos terrenos, algunas de ellas endémicas. Pero el impacto también es geomorfológico, ya que desestructuramos poco a poco suelos pobres y la retirada de las piedras supone la puesta a disposición de viento y lluvia de capas finas de suelos. Otro problema es la afectación a patrimonio etnológico con el desmontado de paredes secas para los montículos.
-¿Qué especies animales y vegetales quedan en peligro?
-Sobre todo insectos que viven asociados o bajo las piedras y plantas de orden centimétrico, algunas de ellas en peligro de extinción. Curiosamente estas actividades se dan en espacios naturales, por tanto ese lugar ‘virgen’ que visitas lo transformas a una pequeña escala.
-¿Es una moda que pasará o será demasiado tarde?
-Ya pasa desde hace años y creo recordar que uno de los primeros lugares fue Formentera, donde la administración ya actúa para su retirada. Es una moda, evidentemente, y creo que pasará, sobre todo por las informaciones que van surgiendo para que la gente poco a poco tome conciencia de que lo que hace no tiene sentido. Aún con eso el sistema se renaturalizaría en años.
-Por tanto es reversible...
-Es reversible con el paso de los años, pese a que hay impactos, sobre todo en el litoral con daños en la pérdida de suelos.
