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Pollença

Del 'dia de la desgràcia' a la fiesta

La entrada de los turcos fue posible porque no había nadie en los puestos de vigilancia

El simulacro recrea numerosos episodios que se corresponden con la historia. I. Sutorras

La noche del 30 al 31 de mayo de 1550, Pollença vivió una de los episodios más significativos de su historia, el ataque de los popularmente conocidos como "piratas turcos", fuente del masivo simulacro que, desde el siglo XIX, se celebra en el pueblo con motivo de las fiestas de la patrona. El evento comenzó a celebrarse como un acto más de las fiestas, pero poco a poco fue popularizándose más y más hasta convertirse, en los años 70, en el epicentro de todas las celebraciones del mes de agosto.

Ahora bien, a pesar de que el célebre grito de Joan Mas se ha extendido con la forma 'els pirates ja són aquí', los historiados consideran más acertado hablar de corsarios. Los piratas atacaban las zonas costeras indiscriminadamente sin otro criterio que no fuera el de conseguir riquezas. Por el contrario, los corsarios solamente atacaban a aquellos pueblos que eran enemigos de su propio rey y, por lo tanto, obedecían a las directrices de un mandato superior. Otra de las razones destacables de estos ataques es la religión. Sin embargo, la razón del ataque a Pollença era la guerra que la monarquía hispánica mantenía con el imperio otomano, que convertía las islas y los territorios costeros hispánicos en objetivos de los corsarios. Prueba de ello es que Francia profesaba también la religión cristiana pero no sufría ataques de estos corsarios.

Puestos de vigilancia vacíos

El popular villano del simulacro, Dragut, era, junto a los hermanos Barba roja y Baba Aruj, el corsario turco más temido en Occidente. Días antes de ese fatídico 30 de mayo, todos los residentes en el Mediterráneo sabían que Dragut se encontraba por la zona porque poco antes había atacado la localidad valenciana de Cullera. Los numerosos ataques que sufría la isla por parte de piratas o de corsarios generaron que los mallorquines tuvieran una conciencia muy desarrollada de la necesidad de organizar una buena defensa. En ese sentido, aunque en la época aún no se habían construido las atalayas, sí que había puntos en los que los hombres de la villa vigilaban los mares día y noche. Al avistar algún enemigo, corrían a la iglesia, donde tocaban las campanas del Via Fora, señal de alarma para que todos los hombres del pueblo salieran a defender la ciudad. Además, los pueblos del interior estaban obligados a enviar tropas a las zonas costeras que se encontraban en peligro. En el caso de Pollença, hombres de Inca, Selva y Campanet se unieron a la contienda.

Ahora bien, los rumores de que Dragut se encontraba por el Mediterráneo y la constancia del ataque a la villa valenciana debieron asustar a los responsables de velar por la seguridad. Tanto es así que Pere Brull, por aquel entonces capitán de la defensa de Pollença, se marchó a Palma, mientras que los vigilantes del mar tampoco se encontraban en sus puestos. Estas circunstancias permitieron que 1.500 otomanos desembarcaran libremente en Pollença, sin que nadie diera la voz de alarma. Además, los datos históricos revelan que los turcos sabían exactamente dónde desembarcar para llegar a la villa, ya que llevaban consigo a un 'pollencí' que les mostró el camino.

Los puntos emblemáticos

Después de desembarcar en la cala de es Caló, los corsarios se dividieron en tres grupos, a fin de cubrir la mayor superficie posible de terreno. No obstante, solo dos de esos grupos se adentraron en el pueblo. Es precisamente a ese momento que hace referencia la primera escena del simulacro actual. Y es que, sin haber tocado las campanas del Via Fora, los turcos avanzaban libremente por el pueblo hasta que, al pasar por la calle Joan Mas, el héroe local los escucha desde la cama y baja a avisar al resto de hombres para que defiendan la villa.

Después de la escena, los cristianos persiguen a los turcos hasta la iglesia de Sant Jordi, otro punto con referencias históricas importantes. Los turcos fueron tomando prisioneros por el pueblo que fueron encerrados en la iglesia de Sant Jordi, en aquel entonces situada a las afueras. En 1550, Joan Mas y sus compañeros liberaron a los prisioneros después de liderar allí la primera batalla.

Finalmente, la última batalla, la que supuso la retirada final de las tropas turcas, que actualmente tiene lugar en el campo de fútbol, responde también a la localización real de 1550. Dicha área se encontraba en el camino hacia el mar, donde los otomanos habían dejado sus embarcaciones, por lo que aquel fue el punto final donde los 'pollencins' empujaron definitivamente a los corsarios hacia el mar.

Hombres de armas

La representación de los cristianos actuales, vestidos de blanco para hacer referencia a las camisas de dormir de la época y armados únicamente con palos, no se corresponde del todo con la realidad histórica. Y es que Pollença y las islas en general tenían definidas complejas estrategias de defensa, por lo que no resultaría lógico que los hombres no estuvieran instruidos en el arte de la guerra como para garantizar la defensa de su villa en caso de ataque externo. Así, de la población de unas 4.000 personas que debía tener Pollença en aquel entonces, se estima que debía haber al menos 500 hombres de armas, que semanalmente se entrenaban en el combate y contaban con corazas, armaduras, ballestas y otras armas que, obviamente, utilizaron contra los turcos.

A pesar de que Pollença realizó una defensa formidable, las consecuencias del ataque quedaron marcados en el espíritu de la villa durante muchos años. Los corsarios se llevaron multitud de prisioneros y 130 'pollencins' se dejaron la vida luchando, mientras que solo una treintena de corsarios no pudieron volver a subir a las naves. Pere Brull, capitán de la villa que se había marchado y los atalayas que no estaban en sus puestos, fueron responsabilizados, por lo que el primero fue desterrado y los segundos enviados a galeras. Pollença recordó durante mucho tiempo la noche del 30 de mayo como 'el dia de la desgràcia'.

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